En las dos últimas décadas, cada año las tormentas del temporal generan una cadena de perjuicios en distintas colonias de la zona metropolitana de Guadalajara: calles inundadas, paralización del transporte público, e inundaciones en distintos puntos de la metrópoli. Este año el temporal ha sido especialmente catastrófico en distintas colonias de la zona metropolitana, pues ha ocasionado diversas inundaciones que han afectado a miles de familias, especialmente de bajos recursos. Entre las inundaciones del actual temporal destacan zonas afectadas por el cauce del Arroyo Seco, tanto al norte en colonias de Zapopan, como hacia el sur con inundaciones severas en colonias de Tlajomulco y Tlaquepaque. En Guadalajara volvieron los encharcamientos y crecidas de agua en colonias que se ven afectadas con frecuencia como Ferrocarril y otras aledañas al baso regulador del parque El Dean. Y así se repiten dolorosamente las escenas de familias con recursos escasos, que pierden sus camas, sus refrigeradores, televisores, el menaje y con ello su patrimonio. Hace por lo menos tres décadas que los sucesivos gobiernos municipal y estatales, de todos los partidos, asumen que el problema se debe a la falta de un efectivo sistema de drenajes y colectores en el subsuelo de la metrópoli. Al comienzo de este siglo, en el gobiernos del panista Francisco Ramírez Acuña, prometía que el problema de las inundaciones en la zona metropolitana se resolvería invirtiendo 3,500 millones de pesos para aumentar la red de colectores. No recuerdo si se invirtieron los millones de pesos anunciados, pero lo que sí se sabe es que las inundaciones siguen siendo un problema, tal como las promesas de los gobernantes.Hay decenas de anuncios de gobernantes que han anunciado con bombo y platillo, que luego de sus administraciones, las inundaciones serán cosa del pasado. Algo así declaró Enrique Alfaro Ramírez, como alcalde de Guadalajara, con obras en el sur del municipio o Pablo Lemus Navarro, como alcalde de Zapopan, para la zona de Plaza de Sol, que año con año se inunda. No pocas veces, los gobernantes echan la culpa de los aluviones a las intensas lluvias. Pero los meteorólogos y urbanistas, por si no bastara el sentido común, saben que la culpa no es del temporal. Aunque de un año a otro puedan caer algunas tormentas por encima del promedio, en realidad la responsabilidad de que la ciudad se inunde se debe a la colusión del Estado con las empresas inmobiliarias.Hace tiempo que los distintos niveles de gobierno declinaron la facultad de poner el interés público por encima del interés particular, en este caso de las mal llamadas desarrolladoras. A pesar de que se cumple con el rito de emitir planes de ordenamiento territorial, en la práctica estos planes y ordenamientos se pasan por debajo de las cuentas de las empresas inmobiliarias.El Estado ha dejado que sean las empresas privadas las que se apropien de terrenos que debieron servir de amortiguamiento para protección de zonas boscosas y para zonas de infiltración, y que en lugar de ello se destinan para levantar fraccionamientos, cotos o zonas comerciales. Un buen ejemplo de ello es El Bajío, una zona de importancia ecológica-ambiental y que por decisión gubernamental se decidió construir la Villa Panamericana, abriendo el territorio para la especulación inmobiliaria. Los ejemplos se multiplican por toda la zona metropolitana y otras ciudades de Jalisco, como Puerto Vallarta.Gracias a esta renuncia estatal a ejercer la soberanía en el territorio para propiciar una mejor calidad de vida para sus habitantes, se deja que el crecimiento de nuestras ciudades lo decidan los intereses de los inmobiliarios, creando así ciudades caóticas, sin servicios adecuados e invivibles. A cambio de esta colusión, las inmobiliarias se han convertido en una de las principales fuentes de financiamiento de la política profesional, pagando campañas y abultando cuentas personales de gobernantes. De modo que no, no es el temporal y las lluvias las que ocasionan las inundaciones, es la colusión estatal-inmobiliaria.