Si resulta válida la conclusión de que lo sucedido el 1 de julio del año pasado fue una suerte de “levantamiento en urnas” que, por razones obvias, fue preferido a un posible levantamiento en armas contra el sistema que ya tenía hasta el copete a gran parte del pueblo mexicano, deberíamos tener presente que no ha desaparecido la posibilidad de que el orden establecido sea pulverizado por un generalizado y en buena medida caótico uso de las armas que, como bien sabemos, por las razones que sean, abundan entre los mexicanos.Quiero decir que el peligro de una conflagración no ha desaparecido…Otra posibilidad es que los recursos bélicos oficiales se manejen organizadamente al servicio de quienes detentan el poder social y acaben imponiendo un orden a capa y espada mediante un golpe de estado que se comprometa a someter cualquier discordancia. Ambos casos serían de lamentar sobremanera.Tengo para mí que el PRI, por su condición de ser el instituto político con una estructura más amplia y verdaderamente nacional, aun cuando esté debilitada en términos generales, puede desempeñar un rol muy importante para lograr un equilibrio en verdad democrático y progresista.Mas para ello resulta indispensable que recupere sus banderas nacional-revolucionarias, con los consecuentes compromisos con las clases populares y medias que tuvo antaño y que ahora enarbola más o menos con los mismos tintes el partido en el poder, pero sin la eficiencia y el conocimiento de causa necesario, y asuma un rol verdaderamente democrático que, por haber sido un partido de gobierno toda su vida, nunca alcanzó a asumir realmente.En vez de lo que dice la lamentable señora Ruiz-Massieu, de cambiar colores, principios e iniciales, es decir, la gran estupidez de echar por la borda casi un siglo de historia, hay que reafirmar lo que se es con las adecuaciones no muy profundas que reclamen las circunstancias de hoy, que en el fondo no son tan diferentes a las de ayer.Grave error ha sido emular al PAN, como lo ha venido haciendo en los últimos y lamentables sexenios, quizá deslumbrado, por los triunfos de éste, debidos más que nada a la corrupción tradicional. Pero ésta se incrementó geométricamente con los blanquiazules y se le agregó la patológica inseguridad que padecemos.El famoso PRIAN fue una realidad.Me parece a mi que la pieza fundamental, ahora que vienen -¡gracias a Dios!- cambios de dirigencia, es que sea el doctor José Narro quien se haga cargo de encabezar los destinos del tricolor.Hay que recuperar principios y banderas, y darle la mayor representatividad posible a las bases y entender que el trabajo deber emprenderse en aras de conseguir una fuerte cohesión nacional y no una mayúscula escisión. Para ello, la cúspide debe ser honrada, conocedora del país y hábil en el manejo de grandes conglomerados.