El miedo es un sentimiento que alerta la mente, aún si ese miedo es imaginario o artificialmente inducido. El miedo ha sido empleado muchas veces como un recurso educativo familiar para poner límites, prevenir conductas o amenazarlas. Estas maneras educativas han sido cuestionadas a causa de los resultados que producen en la personalidad de los niños y por lo mismo, desaconsejadas.Lo interesante es que ni toda la pedagogía ni toda la psicología del planeta han sido suficientes para evitar el que vivamos inmersos en una verdadera sociedad del miedo. Repasemos siquiera de manera muy general algunos de nuestros miedos: contagiarse o volverse a contagiar del COVID, de la viruela del mono, de la nueva cepa de la hepatitis, o por el dengue, desarrollar efectos secundarios por la vacuna o por la enfermedad, miedo a ser asaltado en la vía pública, en el lugar de trabajo, en un restaurante, a través de extorsiones telefónicas, o en la propia casa, miedo a que le quiten el auto o a ya no encontrarlo donde lo dejó, o hallarlo sin la computadora, o con los vidrios rotos, miedo a ser objeto de cobro de piso, de secuestro o desaparición forzada en su persona o en sus familiares, miedo a perder el trabajo o la casa hipotecada, a contratar un trabajador bandido o inepto pero exigente, a ser objeto de un monta choques, a ser atropellado o atropellar a un motociclista imprudente, o ser golpeado por llamar la atención a un conductor barbaján, miedo a la inflación y a la recesión, se entienda o no lo que eso signifique, a una posible devaluación, a un mayor encarecimiento, miedo al cambio climático, a la contaminación del aire, a la escases del agua, al huracán del siglo, a los fertilizantes, a los pollos retacados de hormonas a la altura de los muslos, a los plantíos de aguacate que arruinan la tierra y sus mantos acuíferos, a la sequía total, a la adulteración de las bebidas y los alimentos, a la fructuosa y los aceites poliinsaturados, a la comida chatarra, a los antibióticos de tercera generación, a los retenes carreteros, a la clonación de tarjetas, al robo de identidad, a los billetes falsificados que todo cajero debe revisar, a la amenaza de indigentes agresivos que se adueñan de plazas y banquetas, miedo a los vecinos ruidosos, a las casas sospechosas, a cualquiera que llame a la puerta o le marque a su teléfono, y a los mismos policías, miedo a comprar por internet productos defectuosos, a no recibirlos ya pagados, a tener que iniciar engorrosos trámites, a ser víctima de las cambiantes reglas del SAT, a no poder hacer procesos en línea, a la inminencia de las fechas límite, a olvidar un pago bancario que resultará el doble de costoso, miedo a trasladarse por tales o cuales avenidas o carreteras donde siempre hay un accidente que bloquea por horas la fluidez, miedo a los plásticos, a la luz azul de celulares y pantallas de computadora, a la muerte blanca y a la silenciosa, y encima, la posibilidad de que una enorme piedra que vaga por el espacio venga a estrellarse contra el planeta.Bajo el peso de tantos miedos el ser humano y la sociedad no pueden vivir sino aplastados.armando.gon@univa.mx