Lo que ocurrió en las asambleas distritales del partido Movimiento Regeneración Nacional (Morena) el pasado sábado 12 de octubre es un signo muy claro de descomposición temprana. El partido político más exitoso del país en este momento, con apenas cinco años de existencia, se está desmoronando antes de empezar a construirse. ¿Es permisible interpretar que su comportamiento interno es espejo de lo que ocurre en el gobierno federal? Finalmente, el presidente Andrés Manuel López Obrador es el líder visible en ambos espacios: el de gobierno y el político partidista.El mismo día, cuando todavía no se informaba de cuatro hombres heridos de bala en una de las asambleas distritales, la que tuvo lugar en Huentitán (Distrito 9), uno de los miembros de la bancada de Morena en el Congreso local, me compartía con pena: “Y nosotros somos la transformación”. La pregunta elemental es: ¿Qué está ocurriendo?Es difícil responderla, porque las versiones de los interesados se cruzan e incluso se confrontan. Es evidente que hay mentiras o medias verdades en sus declaraciones.El dirigente del partido (delegado presidente, le llaman) Hugo Rodríguez, salió a pedir que se repita la elección. Parece lógico, ya que no consiguieron obtener resultados completos ni siquiera en un tercio de los procesos.Pero tampoco engaña a sus “compañeros”. Es conocida su alianza con la actual presidenta, Yeidckol Polevnsky, quien ha defendido desde hace varias semanas que la elección de Morena debe suspenderse porque el padrón no es confiable y porque no hay garantías suficientes para la elección que más les importa: la presidencia nacional de Morena… donde ella quiere repetir.Hugo Rodríguez habla de una “mano negra”, personajes ajenos “a los morenos”. A ellos responsabiliza de las acciones violentas no solo en Jalisco sino también en estados como Sinaloa y Zacatecas.¿Es cierto? ¿A quiénes se refiere? ¿Militantes de otros partidos?Las versiones que intentan explicar lo ocurrido también apuntan al excandidato a la gubernatura, Carlos Lomelí Bolaños. Se afirma que el empresario y delegado suspendido en Jalisco, tiene un pacto con el diputado federal Mario Delgado, para que sea él quien alcance la presidencia de Morena.Actores menos conocidos en el interior del partido, que defienden la causa de Bertha Luján para convertirse en la máxima dirigente de Morena, afirman que la violencia ocurrida en Jalisco es única y que es erróneo decir que se extendió a otras partes del país.¿Los agresores de los morenistas fueron contratados por líderes de Morena interesados en reventar la elección? Es una pregunta que no debe descartarse.Mientras tanto, el dirigente Hugo Rodríguez descarga en la Fiscalía del Estado la responsabilidad de resolver este acertijo. Seguramente el fiscal Gerardo Octavio Solís Gómez sonrió cuando se enteró de este nuevo “encarguito”. En el mejor de los escenarios, las autoridades estatales podrían dar con los agresores y reventadores de las asambleas, detenerlos, ponerlos a disposición del Ministerio Público, deslindar hechos y eventualmente, responsabilizarlos por delitos electorales, agresión a personas y robo. Pero nunca resolverán el pleito político en el que están metidos los expriístas, expanistas, experridistas y recién llegados a la grilla, que hoy se ufanan de ser impulsores de Morena.