El primer día que Mónica “bajó la guardia” y pensó: “debo hacer un alto” fue cuando su pequeño hijo Mateo le dijo al salir del cine y ver la película “Encanto” (Disney, 2021): “Aunque tu personaje favorito sea ‘Mulán’, yo creo que eres más bien una combinación entre ‘Luisa’ e ‘Isabela’”.Así como ese pequeño entendía la realidad entre personajes animados y superhéroes, Mónica entendió lo que sucedía frente a los ojos de su hijo: La veía como una mujer a punto del colapso tratando de hacer siempre “lo que debe de hacer”, o eso pensó ella.Así es Mónica, una mujer que se exige mucho, una madre soltera de un pequeño de seis años que aprendió de su madre, soltera también, que “nunca hay que bajar la guardia”, por ello equilibra su día entre el trabajo y su hijo. Nada más. Así es su vida desde que su pareja salió de su esquema hace cuatro años y pasó de tener la familia que siempre quiso a repetir el esquema en el que creció.El día que Mónica decidió tener hijos ya había entrado a sus treinta y se propuso estar presente en la vida de su pequeño, algo que no obtuvo de su madre, o eso creció pensando de ella: una mujer que a principios de los ochenta se convirtió en mamá a los 16 años, por lo que tuvo que esforzarse al doble, dejando de lado la escuela y todas las oportunidades del momento para enfrentar la vida con un bebé en brazos. Por eso no iba a ser así, ella había cumplido el check list de la familia tradicional que no tuvo… pero la vida le tenía otra misión preparada.Al cierre del año pasado, se registraron 22.8 millones de mujeres trabajadoras como Mónica y su madre, de acuerdo a la Encuesta Nacional de Ocupación y Empleo, y de acuerdo al Inegi cerca de seis millones son madres solteras y líderes de familia. Mujeres que equilibran un empleo, las actividades escolares de sus hijos y una vida personal; que durante más de un año de confinamiento en medio de una pandemia le sumaron a su agenda diaria el gafete de “maestras de tiempo completo” en lo que regresaba a la normalidad la formación presencial.En el ámbito laboral, Mónica también tiene que lidiar con estigmas sobre su desempeño: es una de cuatro supervisores en una agencia en Guadalajara, la única mujer y la única que no ha recibido una propuesta para supervisar una locación de la agencia en otro Estado del país porque, al ser madre soltera, debe estar al cuidado de su hijo y no podría viajar. Un discurso posiblemente cierto, pero dictado desde una visión masculina limitante, ya que le corresponde a ella y no a otros decidirlo. Por ello no es de extrañar que en México las oportunidades sí sean distintas entre hombres y mujeres, sobre todo entre hombres y mujeres madres trabajadoras, pues de acuerdo al Instituto Mexicano para la Competitividad A.C., la brecha salarial de género es del 13% aproximadamente, incluso ahora que las mujeres tienen una mayor participación política y económica y lideran aproximadamente el 23% de los municipios del país. Es por ello que debemos reescribir los discursos.Así como Mateo, yo también pienso que Mónica, y millones mujeres como ella, son una combinación entre “Luisa” e “Isabela”, no mujeres a punto del colapso, como pensó ella al salir del cine, sino mujeres fuertes y hermosas por igual, sin etiquetas, que tienen muy claro el valor de la familia y que son, a su manera, superheroínas con una misión en la que nunca “bajan la guardia”. Mi reconocimiento a todas ellas, que son estructura y espíritu, pues en cada una se manifiesta la mayor ofrenda de amor y de compromiso. Gabriela Aguilarpuntociego@mail.com