Viernes, 22 de Noviembre 2024

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Mientras cae la lluvia

Por: María Belén Sánchez

Mientras cae la lluvia

Mientras cae la lluvia

Las gotas que caen constantemente, unas veces tranquilas, otras veces aceleradamente, o bien insistentes, todas nos invitan a evocar tiempos pasados en los cuales los recuerdos se agolpan y no nos dejan avanzar hacia el frente; en otras ocasiones nos invitan a mirar hacia lo desconocido y preguntarnos ¿cuál será nuestra vida en el tiempo futuro en que no vemos claro el horizonte?

Todo esto es motivo de reflexión, y aún sin quererlo los recuerdos afloran espontáneamente: Algunos cuando salir a mojarse era motivo de alegría, otros cuando todo parecía inundarse, y cuando el arco iris se perfilaba en el cielo después de la tormenta.

Y en nuestro presente, cada uno ve caer la lluvia gota a gota y a cada quien le dice algo diferente respecto a cómo percibe el porvenir.

Ya en otras ocasiones hemos reflexionado en aquello de que cada uno es físicamente lo que come, y hoy también podemos constatar que la mente necesita alimentos saludables para poder alimentarse de lo bueno y mejor que la naturaleza y la vida nos ofrece.

La lluvia ha sido siempre signo y símbolo de esperanza en nuestros pueblos, porque todo el ambiente reverdece y se percibe la promesa de buenas cosechas para alimentar nuestras personas.

Y en el interior de cada uno también el germinar de una esperanza da alientos positivos al porvenir de cada quien. Y aunque la esperanza, de la que hablamos muy genéricamente no la vemos, sí la sentimos en lo más hondo del ser.

Por eso es necesario que todos juntos, en los momentos más importantes de la jornada, dejemos un espacio a la esperanza.

Y no se trata de una ilusión pueril, sino de reconocer que no somos tan sólo materia, sino que hay algo mucho más profundo que nos invita a mirar mucho más lejos y más alto y hacerle un espacio a lo bueno y lo mejor de lo que nos llega continua y constantemente como la lluvia que cae del cielo, sin llamarla, pero dándole la oportunidad de ser para cada uno de nosotros esa frescura que renueva, que reanima y nos hace vivir cada vez con más intensidad el momento presente.

Pero ciertamente cada uno de nosotros tenemos que poner el empeño en sembrar en la mente y en el corazón lo más positivo de todo aquello que Dios nos da cada día y no precisamente con lo más escabroso, negativo y malvado que se propone a nuestros ojos, porque como ya hemos dicho, de lo que alimentemos el alma será lo que germine en ella y de allí brotarán los frutos que en mañana cosecharemos.

Y volvemos a lo mismo, si la lluvia que Dios nos da para alimentar nuestra vida tan sólo encuentra semillas nocivas y venenosas, esas serán las que tendremos en las manos para alimentar lo más precioso de nuestro ser.

Esto hay que considerarlo muy detenida y seriamente al hablar de la juventud, de los niños que empiezan a crecer en este tiempo tan conflictivo. Recordemos que hay que darles elementos que les ayuden a ver lo bueno, lo hermoso, lo noble, lo que verdaderamente vale la pena conservar para un futuro que deseamos venturoso, pero que tan sólo podemos esperar que sea verdaderamente bello si lo que sembramos hoy en ellos lo es.

Pidamos al Dios de la vida que mientras hace caer en nuestro mundo la lluvia de bendiciones que desde el cielo nos envía, tengamos también la valentía de reconocer, aceptar y cultivar, de entre lo bueno, lo mejor.

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