La lista de organismos autónomos públicos que AMLO busca extinguir es larga y muy inquietante. Uno de ellos es el Coneval (Consejo Nacional de Evaluación de la Política de Desarrollo Social). La ilustre compañía en que se encuentra en esa lista (INE, INAI, Cofece) probablemente haga pensar que es poco significativo. Por el contrario, Coneval es crucial. Expreso mi opinión, como ex-consejero del mismo.Coneval fue fundado gracias a la ley diseñada e impulsada por el PRD (bajo el liderazgo de Clara Brugada). Esta ley impuso al gobierno obligaciones y métodos para la medición de la pobreza y la evaluación de la política social. Eliminaba la discrecionalidad con la que cualquier Gobierno podía decir que bajaba la pobreza o que sus programas beneficiaban a los más pobres. Fue aprobada por unanimidad.La ley definió que Coneval fuera responsable de la medición de la pobreza y de la evaluación. Para garantizar el apartidismo del organismo, se previó que la Comisión Nacional de Desarrollo Social, que reúne a los poderes ejecutivos federal y de los 32 estados, más órganos y asociaciones de gobierno, eligiera a 6 consejeros que por su conocimiento, experiencia, y ausencia de trabajo partidario tuvieran la última palabra en la medición y en la evaluación. Pero la ciudadanía NO les otorgó un cheque en blanco. Tanto la medición de la pobreza como la evaluación han sido desarrolladas y aplicadas con total transparencia. Cualquiera con conocimiento estadístico puede replicar la medición de la pobreza. Cualquiera que se interese puede leer las evaluaciones de política social en palabras de sus autores, sean críticas o positivas.El Coneval se hizo famoso muy pronto. Hacia 2015, más de una cuarentena de países había recurrido a asesorías técnicas gratuitas de Coneval. Algunos, como Chile, prácticamente copiaron múltiples instrumentos. Organismos multinacionales financieros (el Banco Mundial) y académicos (la Universidad de Oxford) adoptaron el método general de medición y los instrumentos de evaluación, y los adaptaron a decenas de países, que gracias a México ahora tienen mediciones de pobreza y evaluaciones robustas, abiertas e imparciales. En diálogo abierto, pero no siempre fácil con el gobierno, Coneval logró que se eliminaran programas sociales que no beneficiaban a los pobres. Y publicó puntualmente las cifras de pobreza, cuando subieron y cuando bajaron. Cuando se cambió subrepticiamente el método de entrevista a los hogares para la medición de la pobreza en 2015, y súbitamente parecía haber 10 millones menos de pobres, Coneval lo señaló abiertamente, y se conformó un equipo técnico que rescató la serie, para que el público supiera cómo cambiaba la pobreza. Hoy conocemos, y podemos criticar a detalle, tanto las mediciones como las evaluaciones. Todo esto, por el equivalente de 90 pesos por cada millón de pesos del gasto social. Coneval se convirtió así en una pieza central de nuestra imperfecta democracia. ¿Es perfectible? Sin duda. Pero hoy debe permanecer porque es el único que informa imparcialmente a la ciudadanía sobre la evolución de la pobreza y la calidad de los programas sociales. Además, por cierto, también informa al gobierno sobre el éxito o no de sus propias acciones. Un gobierno que desee desarrollar acciones sociales exitosas para los pobres, con austeridad, necesita el patrimonio técnico y humano reunido en Coneval con mucho trabajo durante casi 20 años. México se lo dio al mundo. Sería tristemente irónico que ahora debamos recurrir a organismos internacionales para que nos enseñen cómo medir la pobreza o evaluar programas.