“Mente revólver” (2018) de Alejandro Ramírez

Por Eduardo Cruz

En los últimos años Tijuana, ciudad indescifrable por ser un espacio de permanente tránsito entre dos realidades, pareciera haberse convertido en punto de interés de una generación de cineastas que pretenden condensar en ella el estado de descomposición social/moral que afecta al país entero. Cintas de reciente producción como “Norteando” (Rigoberto Pérezcano, 2009), “Miss Bala” (Gerardo Naranjo, 2011), “Navajazo” (Ricardo Silva, 2014) o “Las elegidas” (David Pablos, 2015), de propuestas y atributos variados —pero de gran reconocimiento internacional— coinciden, sin embargo, en denunciar la existencia de un lugar en perpetua decadencia, en donde la ley forma parte del horror al que sus habitantes se ven sometidos, sin posibilidad de escape.

En “Mente revólver” (2018), la más reciente película del mexicano Alejandro Ramírez Corona, la vida de tres personajes, Mario, Jenny y Chicali, confluyen en medio de las peligrosas calles de dicha ciudad, sin razón ni consecuencia alguna y sin poder evitar tampoco ser arrastrados al crimen organizado a la menor provocación, sólo para enarbolar una supuesta, aunque estéril, preocupación sobre la resistencia de la condición humana en contextos de violencia. Sus protagonistas, un ex convicto acusado del asesinato de un candidato a la presidencia nacional, —oportunista referencia en medio de un año electoral— que quiere cruzar a los Estados Unidos para ser libre, una homeless norteamericana que busca una oportunidad de redención y viaja a México para encontrarla, y un joven e inocente músico encargado de cuidar a su abuela enferma, que se ve obligado de un día a otro a aceptar un trabajo como asesino a sueldo, conforman un coro dispar que no termina de consolidarse por lo ligero de su construcción. Enormemente influenciada por la estructura narrativa del cine que colocara a González Iñárritu en los «cuernos de la luna», la cinta pareciera en efecto provenir de la visualidad cultivada a principios de la década pasada, concatenación de lugares comunes, narrativos y formales, y ciertos recursos del videojuego sin razón de ser en el interior de la trama.

Aun así el problema del filme, más allá de sus discutibles fallos técnicos, es ideológico: a pesar de las referencias a la historia política nacional, en la cinta de Ramírez Corona, Tijuana no sirve de contexto político específico sino como escenografía de cartón, sostenida en la representación común de un estado fallido, sin reflexión de por medio, abandonando al espectador a un espectáculo carente de interés en los temas que toca.

Crítica realizada dentro del Talent Press 2018 Guadalajara, programa de perfeccionamiento en crítica cinematográfica del Talents Guadalajara, en el marco del Festival Internacional de Cine en Guadalajara 33.