Martes, 19 de Noviembre 2024

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Mentalidad de un delincuente

Por: Guillermo Dellamary

Mentalidad de un delincuente

Mentalidad de un delincuente

En la historia de la criminalística, es un objetivo descifrar el tipo de pensamiento que tiene una persona que fácilmente quebranta las normas de convivencia. Y efectivamente, se sabe que, en el fondo, son personas que tienen una gran impulsividad y que no se tientan el corazón, ni poseen empatía alguna, para hacerle daño a otras personas, pensando que son inmunes a las consecuencias. Y si las hay, no les temen ni les importa sufrirlas.

Fácilmente pueden justificar sus actos e incluso sentirse apoyados por sus colegas o cómplices, pues llegan a tener una enorme lealtad a la organización a la que pertenecen. Suelen tener una historia de marginación y dolor de muchos tipos, especialmente en su propia familia o en el barrio donde han crecido. Además, han encontrado en la ilegalidad una manera de hacer dinero fácil y rápido, sin importar el costo ni las consecuencias.

Sienten un desprecio especial por las leyes y el orden público y llegan a tener muy claro que las normas y las leyes son hechas para ser violadas. Tienen a flor de piel el uso de la violencia para obtener lo que quieren y no se detienen para conseguirlo. Es una mentalidad bastante esparcida por el mundo, y aunque no todos los delincuentes o miembros del crimen organizado piensan igual, al menos son los patrones que los pueden identificar de alguna manera. El poder del dinero y un creciente aprecio por las cosas y los beneficios del materialismo acaban siendo un motor muy importante para escalar posiciones al margen de la ley.

Ya han probado un contexto de vida tortuoso y miserable, por lo que ya nada los espanta ni les impide incursionar en nuevas aventuras que les generen ganancias económicas y emocionales, que se pueden comprar con el dinero y el poder. Las oportunidades están siempre frente a sus narices y, toda vez que quieran algo, lo van a conseguir sin detenerse por ningún motivo.

Algunos sí pueden llegar a tener una personalidad psicopática o simplemente son incapaces de sentir algo de culpa cuando le hacen daño a otra persona o no se sienten mal por robar o despojar a otros de sus bienes. Como han crecido en contextos en donde han sido unos “don nadie”, cuando adquieren una cierta capacidad de poseer riquezas y poder, se sienten admirados y reconocidos por sus acciones, lo que eleva su autoestima y alimenta su amor propio para seguir adelante con sus actividades. Pues confirman que no pasa nada y que, en su visión, es con el dinero y la violencia como pueden conseguir lo que se les antoje. Ya no importa el medio, sino que es el fin lo que justifica cómo se consiguen las cosas.

Pueden amenazar, sobornar y aplicar todo tipo de coerciones a quien sea, pues saben generar el miedo suficiente en sus víctimas para conseguir lo que quieren. El dinero otorga un cierto nivel de poder e influencia, pero acaba por no ser ni lo único ni lo más importante, porque hay muchos otros valores, que por su condición no suelen ver, como la cultura y la ética.

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