Viernes, 15 de Noviembre 2024

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Mario López y la democracia del ego

Por: Alonso Solís

Mario López y la democracia del ego

Mario López y la democracia del ego

¿Se imagina usted una síntesis creativa entre la teoría política de Norberto Bobbio, la crítica social de Gilles Lipovetsky, la macrohistoria universal de Yuval Noah Harari, la filosofía moral de Alasdair MacIntyre y la enseñanza espiritual de Eckhart Tolle? Es lo que La democracia del ego, el nuevo podcast de Mario López y Solivagus Edición Cultural, se ha propuesto llevar al gran público de los oyentes.

Profesor de ciencia política y activista ambiental, Mario, originario del Salvador y conocido como Lobo, llegó a México con su familia huyendo de la guerra civil a los catorce años. Forma parte de la mítica primera generación de la Facultad de Estudios Políticos, Internacionales y de Gobierno de la UdeG, y actualmente es profesor tanto del CUCSH como del ITESO.

Más que como teórico político, Mario se nos presenta en La democracia del ego como un moralista. Su intención primaria es, me parece, la recuperación de la tradición moral de las virtudes cuya fuente de inspiración primaria son los escritos éticos y políticos de Aristóteles, pero que se remonta a los orígenes de la tradición occidental y que tiene en la Edad Media diversos desarrollos vigorosos. Por ello, en su declaración de principios del podcast, sostiene que busca reivindicar la idea aristotélica de distinguir a los gobiernos virtuosos de los desviados o corruptos, es decir, a los gobiernos comprometidos con el bien común y el interés general ciudadano de los gobiernos corrompidos por el vicio y el interés privado de sus gobernantes o de una élite.

Debemos, dice Mario apelando tanto a la tradición aristotélica y escolástica como a la tradición judeocristiana, recuperar y reconstruir el lenguaje de la virtud y el vicio, el bien común y la moralidad pública. Qué falta nos hace reflexionar seriamente sobre nuestros asuntos públicos, sobre las grandes preguntas de la política y la ética, superar el nivel de la inmediatez para conversar, libre e ilustradamente, sobre cuestiones morales y públicas fundamentales: ¿en qué comunidad queremos vivir?, ¿qué formas de vida son verdaderamente auténticas?, ¿cómo mejorar la calidad de nuestra precaria democracia? Después de un periodo de campañas políticas plagadas lo mismo de ataques, descalificaciones y ofensas que de eslóganes vacíos, mensajes superficiales y frivolidad pura, La democracia del ego entra oportunamente en la escena pública para invitarnos a ejercer nuestro juicio moral y político, a asumir nuestra mayoría de edad ciudadana y participar activamente en nuestra conversación pública con argumentos, razones y, sobre todo, matices.

El oyente podrá escuchar conversaciones entre Mario y sus invitados no sobre asuntos políticos de coyuntura (la última declaración de un gobernante, la más reciente controversia legislativa, la lucha por el poder en una determinada institución) sino sobre cuestiones políticas perennes (lo que Bobbio llamaba los «temas recurrentes» de la filosofía política) y sobre los problemas fundamentales de la modernidad y sus descontentos. El lugar de la trampa y el engaño en la política, la manipulación burocrática del tiempo, la relación entre las leyes y el poder, las consecuencias indeseadas de las tarjetas de crédito o la relación entre ética y política son algunos de los temas de la primera temporada de La democracia del ego. El trabajo de Solivagus consiste no sólo en la producción del podcast sino en el diseño creativo de sus episodios: una labor que ellos llaman de “edición cultural”.

La democracia del ego es, pues, una invitación a combatir el egocentrismo individualista y antipolítico, el consumismo desbocado, la falta de generosidad y empatía con el otro. Aunque proviene de una formación religiosa, pues ha sido educado en el humanismo cristiano, Mario siempre dialoga y argumenta desde un marco secular y laico. Su trasfondo cristiano, sin embargo, nunca desaparece del todo: siempre está allí, como un horizonte apenas perceptible, como hambre de comunión, sed de Absoluto y hermandad radical. Los problemas políticos de nuestro tiempo, parece decirnos, no se resolverán únicamente con soluciones políticas (negociación, leyes, instituciones) sino con una renovación de la ética pmo gobiernan.. y cnos: cuno en la historia del pensamiento pols y de gobiernos buenos, de la virtud o el vicio como clasificacimública y una vigorosa y creativa recuperación de la tradición de las virtudes y, en general, de la filosofía moral o ética. Este es, creo, el núcleo de la propuesta de La democracia del ego: humanismo, virtud cívica y solidaridad.

Mario cree que la sociedad democrática contemporánea se basa primariamente no en la virtud cívica o el bien común sino en la eficacia tecnocrática y la gratificación instantánea de los deseos del yo, del ego. Ese es su problema fundamental. Tanto los gobernantes y políticos como el grueso de los ciudadanos hemos sucumbido a la carrera interminable por satisfacer los deseos infinitos de nuestro ego, estimulados incesantemente tanto por la avidez del mercado como por la vanidad de las redes sociodigitales. ¿Cómo exorcizar a este ego, esta suerte de falso yo? “La única solución al ego es el despertar de la conciencia: la conciencia de quiénes somos en realidad”, nos dice Mario. ¿Quién puede decir que realmente se conoce a sí mismo? El imperativo moral que se desprende de sus reflexiones no es, entonces, “consume y serás feliz”, o “sáciate de placeres corporales y obtendrás la felicidad” sino “embárcate en una autoexploración de tu alma, conócete a ti mismo, y, acaso, serás feliz”.

Quienes conocemos a Mario sabemos de su gran calidad humana, su sencillez y su profunda generosidad. Creo, a riesgo de ser un poco chabacano, que Mario es uno de esos raros individuos que transmiten luz y una delicada paz interior. Profesor inquieto, perceptivo y creativo, y muy querido por sus alumnos, se decide ahora a salir de los confines del aula para poner a disposición del público sus ideas, siempre producto de conversaciones entre amigos. Y es que La democracia del ego es, sobre todo, fruto de la amistad: otra de las virtudes que bien haríamos en recuperar para combatir las trampas del ego, el hedonismo y el privatismo.

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