“Estoy seguro que has empezado una entrevista a un alto funcionario y acababa de fumar yerba”, me dijo un amigo el fin de semana, justo antes de encender un porrito. Era domingo por la tarde y nos reunimos para cocinar una mariscada. El tema surgió porque en vez de postre, me encargó unos conos de papel arroz con filtro que podía comprar, me explicó, “en cualquier smoke shop”. Me sorprendió encontrar una decena de tiendas en un radio de un kilómetro a la redonda en la colonia Americana. ¡Todas abiertas! Llegué a una por Enrique Díaz de León: ofrecía pipas innumerables por su material y forma, grinders, bongs con máscara envolvente (una especie de pipa en donde metes la cabeza para aspirar el humo), shishas, filtros, papel de sabores, encendedores y hasta una bolsita con un líquido que simula la orina, lista para usarse y librar el antidopping. También vendían biblias. En la reunión éramos nueve comensales y cinco fumaron mariguana. Un colega se deshizo en halagos ante la calidad del porro al que daba profundas bocanadas, mientras criticaba la doble moral de los legisladores que siguen sin regular la cannabis recreativa. Esto a pesar de que muchos funcionarios, me aseguraron, son consumidores: hay políticos, magistrados, consejeros, jueces y, por supuesto, legisladores. De hecho, salieron algunos nombres a relucir (sin ser políticos, varios comensales eran cercanos a la clase política). “Ni te imaginas”, me dijo en corto otro amigo como quien sale un momento del “green closet” para desahogarse. No lo dudo. Conozco a una buena colega, una alta funcionaria municipal, que hace un tiempo me contó que todas las noches fuma medio porro para conciliar el sueño. “Sólo sativa hidropónica”. Desde 2018, la Corte ordenó a los legisladores regular la cannabis recreativa en México. Los ministros determinaron que la prohibición es inconstitucional porque viola “el derecho fundamental al libre desarrollo de la personalidad” (en otras palabras, a hacer con tu cuerpo lo que te dé la gana). Los diputados y senadores de la pasada legislatura avanzaron con una iniciativa, pero la discusión se entrampó entre las dos cámaras. El actual Congreso de la Unión no ha manifestado mucho interés en cumplir la orden de la Corte. Esa ley en la “congeladora” crea el Instituto Mexicano de la Cannabis para regular la producción, comercialización y consumo. También establece reglas para que un consumidor posea de cuatro a seis plantas, además de crear cooperativas de consumo. Esto implica abrir la producción a campesinos y agricultores en zonas marginales, establecer impuestos y liberar recursos para seguridad pública que hoy se enfocan en combatir y criminalizar a los consumidores. La regulación nos colocaría en una ruta distinta en el enfoque de las drogas para disminuir la violencia que genera este mercado clandestino. Sin embargo, la visión profundamente conservadora de AMLO ha marginado este tema de su agenda de prioridades. Él quiere más militares en las calles para continuar sólo con un enfoque punitivo y policial. Un mercado legalizado promovería una mayor justicia social entre productores y aumentaría la recaudación de impuestos gracias a la droga más consumida en el mundo. California, el mercado legal más grande del mundo, genera ventas anuales por 3 mil 100 millones de dólares (si no lo hacen por justicia social, háganlo por el dinero). De hecho, poco menos de la mitad de los estados en Estados Unidos han regulado la cannabis recreativa desde 2012 (vamos una década tarde). Parece que sólo nos gusta copiar las prácticas puritanas de los gringos, no sus prácticas más liberales.En la reunión comenté con cierta inocencia y extrañeza que en el smoke shop también vendían biblias. Todos soltaron la carcajada. -Seguramente trae un agujerito para clavar ahí la mota -me explicó alguien. Claro, no se me había ocurrido. La doble moral que le llaman.