Da igual si eran diez mil (como dijo protección civil) o 200 mil (como se imaginaron los organizadores). Yo suelo creerle a la cifra de Protección Civil porque lo hacen desde el más frío cálculo de quien tiene que conocer una situación de riesgo, no juzgar una causa. Pero insisto, da igual, lo interesante de la marcha del sábado es que los grupos conservadores volvieron a organizarse y a tomar las calles por motivos que en lo personal no comparto. No puedo entender, por ejemplo, que den una batalla tan férrea por la defensa de los nonatos y no tengan un solo reclamo o voz de protesta frente a las miles de víctimas inocentes de la violencia en este país; o que se preocupen por las preferencias sexuales de los otros como si eso les incumbiera; que nieguen derechos a otros o que consideren que lo que pone en jaque a la familia es la ideología de género y no cosas mucho más cotidianas y arraigadas culturalmente como la violencia familiar o el machismo.Ahora sí que cada quién sus causas y sus fantasmas (todos tenemos de ambos). Lo más interesante en todo caso es que las demandas -aunque no estemos de acuerdo con ellas, que es mi caso- se articulen en el espacio público, que los temas se planteen y se discutan arriba de la mesa. En los años ochenta las causas morales agruparon a grupos conservadores que a la postre terminaron incorporándose a diferentes causas políticas. Lo mejor para el país y para la democracia es que las ideas se expresen libremente y en las calles.Lo contradictorio es, por un lado, que los marchistas se hayan negado a discutir el tema con un grupo, por minoritario que fuera, que los increpó en el mismo espacio público, y por el otro, que salgan a marchar por algo que no está amenazado en este momento. Si algo ha demostrado López Obrador es que la ampliación de libertades no está en su agenda de gobierno. Si bien ha tenido que cumplir con lineamientos establecidos por la Corte, por discusiones y decisiones que vienen desde gobiernos anteriores, no ha habido una sola política pública que cambie algo al respecto de matrimonios del mismo sexo o la interrupción legal del embarazo. No deja de ser curioso que esta agenda convoque simultáneamente a grupos conservadores del catolicismo y de iglesias evangélicas, que se han convertido en un grupo de apoyo del presidente.Se trata, pues, de una batalla contra molinos de viento, de un ejercicio para ejercitar un músculo que, hoy por hoy, está muy atrofiado.(diego.petersen@informador.com.mx)