Sábado, 30 de Noviembre 2024

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Marcelo Ebrard: lo correcto sobre el pragmatismo

Por: Luis Ernesto Salomón

Marcelo Ebrard: lo correcto sobre el pragmatismo

Marcelo Ebrard: lo correcto sobre el pragmatismo

Marcelo Ebrard tomó una decisión política trascendente: apareció ante las cámaras, con su imagen y la de su competidora detrás, y con voz templada, mirando hacia adelante, denunció abiertamente lo que la opinión pública sabía desde hace muchos meses: el uso de recursos públicos para imponer a un personaje en el imaginario colectivo. Sus palabras articuladas con soltura no fueron una simple declaración de coyuntura, sino un manifiesto de cara a la Nación advirtiendo sobre el riesgo de una regresión democrática.

Probablemente entre sus reflexiones previas habría pensado en el largo camino recorrido por la joven democracia mexicana con su serie de aproximaciones sucesivas hacia la regularidad, la legalidad y el respeto a los valores de la libertad individual y la igualdad social; un proceso del que él ha sido parte, y como él mismo dijo, en el que ha visto mucho. Entre ello, la simulación electoral vivida en el siglo pasado, para construir un sistema que imponía la voluntad presidencial en los procesos electorales con toda la fuerza del Estado, que parecían haber quedado en el pasado, luego de la alternancia formal del año 2000 y la irrupción de una opción histórica de base popular muy amplia en 2018 de la que forma parte.

Probablemente recordó que los intentos por establecer mecanismos democráticos para hacer ejercicios de elecciones primarias abiertas a la ciudadanía siempre han sido muy discutidos en nuestro país, por los intereses detrás de la partidocracia y la resistencia de los presidentes en turno. Y que ante eso, se ha optado, como solución pragmática, entre otros métodos, por levantar encuestas que muestren públicamente la rentabilidad electoral. Su partido las ha establecido como una especie de medio regular para tomar decisiones; seguramente recordó que él mismo ha sido parte de estos ejercicios en el pasado; pero también habría recordado las muestras repetidas, a lo largo de los años, en que esos estudios han sido frecuentemente cortinas de humo amañadas para legitimar imposiciones políticas verticales.

Todos hemos visto esto a lo largo del tiempo y sabemos que el proceso interno para designar al candidato del oficialismo está bajo la sospecha de que se trata de un mecanismo legitimador, más que de una práctica democrática. Y que la imposición sería una contradicción a la narrativa de Palacio Nacional que afirma que esas prácticas pertenecen al pasado, que se niega la imposición de la voluntad del Presidente y el uso del aparato político y de Gobierno para interferir en los procesos.

Seguramente repasó en su mente que con lealtad optó por participar respetando las reglas, y como el proceso ha sido cuesta arriba, porque desde el principio, ha contado con la parcialidad de los dirigentes partidistas, la tolerancia en el uso de recursos públicos y la inducción de la opinión pública mediante campañas pagadas y estrategias de manipulación de estudios demoscópicos para engañar a la opinión pública. Esta amplia colección de artimañas mostrada a lo largo de muchos meses, fue señalada una y otra vez por su equipo, pero él no había llegado al punto de denunciarlas abiertamente por su nombre, apelando quizá a la posibilidad de que se corrigieran los vicios, pero su paciencia terminó.

Su decisión de lanzar un mensaje a la sociedad mexicana contiene un significado político profundo: como parte de una opción de izquierda, está defendiendo la democracia interna de su formación, y con ello contribuyendo a evitar un retroceso en la evolución de la vida democrática de México.

Aún resuena su voz contundente y mesurada al mismo tiempo en los comentarios políticos, y por supuesto en las mesas en donde se toman decisiones. Al deslindarse de las irregularidades, optó por colocarse en el ámbito de lo correcto por encima del pragmatismo oportunista. Con autoridad moral optó por lo valioso sobre lo atractivo.

Esa corrección no es simplemente formal, sino está vinculada a los valores de la democracia y el respeto a las personas. Y como pasa frecuentemente en la vida, hacer lo correcto frente a lo conveniente puede tener consecuencias indeseables e impredecibles, tantas como satisfacciones.

La sacudida al hacer visibles hechos verdaderos hace contrastar el no robar con el uso evidente de recursos públicos, el no mentir con la intención de ocultar la parcialidad y posible complicidad de funcionarios políticos que ejercen recursos e influencia mediática en el ámbito de sus facultades amañando el proceso. Ha puesto el dedo en la llaga al pedir que no se traicione la voluntad del pueblo, mediante los artilugios. Marcelo optó por la corrección, privilegiando los valores en los que cree; operó por la congruencia por encima de la conveniencia transitoria. Colocándose en el filo dio el paso aumentando la autoridad moral y política con la que mira hacia el horizonte.

luisernestosalomon@gmail.com

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