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Mal 2024, peor 2025

Por: Israel Macías López

Mal 2024, peor 2025

Mal 2024, peor 2025

Normalmente los primeros años de cualquier nuevo gobierno en México se han caracterizado por ser malos años en términos
económicos. Así pasó con el primer año del gobierno de Ernesto Zedillo, cuando en 1995 no solo fue un mal año, sino que vivimos la peor crisis financiera de la que tuviéramos memoria.

Luego, en el año 2001 con el primer año del nuevo gobierno del primer presidente no priista del país, resultó ser un muy mal año
económicamente, no solo la economía se estancó, sino que para septiembre ocurrió el ataque a las Torres Gemelas en Nueva
York que provocó incertidumbre y una caída en el consumo que dejó a México con una economía parada por 2 años.

Para el sexenio de Felipe Calderón, la economía en 2007 no se estancó, pero si creció menos de lo que lo venía haciendo en 2006. Para el arranque del gobierno de Enrique Peña, la economía si creció, pero menos de lo que venía creciendo. En 2012 creció un 3.8 por ciento y para el 2013 apenas creció un 1.4 por ciento.

Y de esta tendencia no se salva ni el gobierno de AMLO. La economía creció en 2018 un 2.1 por ciento y para el 2019 y gracias a sus malas decisiones, la economía no creció, sino que cayó un 0.3 por ciento.

En resumen, los años electorales suelen ser años “buenos” en términos de crecimiento. Principalmente porque es el último año de una administración y la mayoría se esfuerza por ejercer al máximo el gasto público disponible. Hay que sacar todos los
pendientes atorados y se acaba el tiempo.

Además, no debemos menospreciar el impacto económico que tiene el enorme gasto electoral que hacen los partidos y candidatos, así como el propio INE en la organización de las elecciones. Tanta compra de despensas, pinta de bardas y reparto de camisetas termina aumentando las ventas de algunos sectores de la actividad económica.

Pero, así como el último año es de vacas gordas para quedar bien con los electores, el primero de cualquier administración tiende a ser económicamente malo. Ya sea porque los funcionarios que se fueron se gastaron todo el dinero que había o porque simplemente los nuevos funcionarios, no saben ni donde está su oficina, menos van a saber cómo se ejerce el gasto.

Los nuevos gobiernos tienen una curva de aprendizaje, y esa curva se refleja en los niveles de actividad económica del primer año de gobierno.

Lo preocupante en esta ocasión, es que el año dinámico que tenía que ser 2024, está resultando menos movido de lo que se
esperaba. Todos marcaban un 2024 con un crecimiento del 2 por ciento. Pero ahora que Morena arrasó en las elecciones y que
puede hacer con la Constitución lo que quiera, la incertidumbre ha vuelto y las expectativas se han reducido.

Los cambios constitucionales que pretende hacer de último minuto el presidente AMLO, provocarán en la práctica el poder judicial quedara a merced del poder ejecutivo. Adiós la separación de poderes en México. Si se concreta. ¿Qué garantías de contar con jueces imparciales que resuelvan asuntos relativos con inversiones y/o propiedades?

La incertidumbre mete, otra vez, ruido innecesario en la economía mexicana, justo cuando se supone que tendríamos que estar recibiendo cascadas de inversiones extranjeras buscando la mejor posición para aprovechar al máximo el famoso Nearshoring.

Las inversiones no llegan, el tipo de cambio se pone nervioso, las tasas de interés no bajan y en general el ambiente económico se pone tenso a mediados del 2024. ¿Qué significa para 2025? Menor actividad económica.

Si las previsiones para este año ya andan en 1.6 por ciento, las del próximo año apenas si alcanzan el 1 por ciento. Previsible en
un arranque de gobierno, pero lejísimos de reflejar los números del “gobierno del Nearshoring”.

Mal inicia el día quien se levanta con el pie izquierdo.

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