Domingo, 15 de Septiembre 2024
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Magistrados: atletas olímpicos de la impunidad

Por: Isaack de Loza

Magistrados: atletas olímpicos de la impunidad

Magistrados: atletas olímpicos de la impunidad

Salto de checador en la entrada, nado sincronizado de sesiones en lo oscurito, maratón en pista de prestaciones desorbitadas, lanzamiento de plazas a discreción y hasta surf en billetes del aguinaldo. ¿Cómo no festejar las medallas de diamante que nos regalan nuestros connotados atletas del Poder Judicial?

Porque si las prácticas de los jueces y magistrados mexicanos fueran consideradas un deporte, ni Estados Unidos ni China nos hacen cosquillas en la compra de preseas.

Imagínate que los jueces de cada disciplina han acordado previamente quién se va a llevar el oro, la plata y el bronce. Y en una de esas, hasta los metales de la olimpiada siguiente ya están asignados.

Sobornos, amor al favorito, nepotismo. A los magistrados olímpicos de diamante no les importa si los medallistas tienen la mayor velocidad o fuerza, sino que puedan doblar la ley tanto como se pueda, pero eso sí: de forma discreta para que el público no lo note.

En esta olimpiada opaca, el sistema premia a quienes conocen los atajos y se aprovechan de su posición de poder; de conocer a la persona correcta.

La gran cantidad de vicios que imperan en todas las instancias del Poder Judicial, al menos las de Jalisco, son difíciles de enlistar en un texto. De hecho, si el tío Info me prestara su edición completa, tendría que abrirse unas cuantas planas adicionales para llegar a la mitad.

Aunque el sueldo legal asignado para los magistrados de nuestra Entidad sea de 173 mil 743 pesos mensuales (dos millones 085 mil pesos por año), esa cifra no motiva lo suficiente para que acudan a la oficina y atiendan los expedientes que requieren su firma.

De todos es conocido que el golf es un deporte que demanda disciplina, por lo que, de ser necesario, los magistrados le ordenarán a su personal que lleve esos expedientes al campo, al gimnasio, casa o fiesta en la que se encuentren. Total, ya habrá un día de sesión plenaria para lucir en la chamba ese bellísimo traje de marca adquirido con el dinero de las personas.

Y si de gastar dinero se trata, también hay récords mundiales. Sólo basta inventarse un foro, cátedra, seminario, congreso o soliloquio para justificar que la cartera se abra; estar al pendiente de eventos ligados a la impartición de justicia en otros estados o países y organizarse una visitadita con gastos pagados, hotel, cortes finos, langosta y salmón incluido… y en familia.

Por gasolina tampoco paramos. Mientras el trabajador promedio sufre cada que la cifra del combustible aumenta, los magistrados de Jalisco cuentan con 20 vales de Premium, para chiquear a la troca, de 25 litros cada uno. ¿Y los notificadores? Ah, ellos en su carro y por sus medios. Ni que su sangre fuera azul.

Si lo fuera, bien podrían saltarse esa utopía que alguien bautizó como carrera judicial. Escalar en la estructura es un privilegio de parientes, amigos y recomendados. Y, por cierto, estos bien pueden cerrar semana con cuatro días laborados.

Los privilegios son tantos, que el propio titular del Poder Judicial en Jalisco, Daniel Espinosa Licón, lo ha reconocido públicamente. Tanto así, que sí hay un aspecto de la Reforma Judicial que impulsa el Gobierno federal en turno que le parece coherente: un tribunal disciplinario que vigile y sancione a jueces y magistrados corruptos.

La duda que sigue a esto es inevitable: ¿Quién se va a encargar de ello? ¿Cómo garantizas que haya investigaciones serias y libres de venganzas políticas? ¿De verdad debe estar al frente el más popular y el que más votos tenga? Ciertamente, tampoco es una solución a los múltiples vicios que arrastran los multimedallistas de la toga.

Con todo este antecedente, la Reforma Judicial que hoy se discute y que ha desatado una gran animadversión es consecuencia directa de las omisiones en la autorregulación que el propio Poder Judicial ha ignorado.

Sea estatal o federal, los vicios son los mismos y pocos dedos se han movido desde su interior para fortalecer la confianza en las instituciones, garantizar transparencia e imparcialidad en los procesos y, mucho menos, alcanzar el mito de una justicia pronta y expedita.

Si hoy hay tribunales como el Electoral de Jalisco que pueden sesionar en lo oscurito para que los magistrados se aprueben su haber de retiro (una prestación millonaria) incluso estando en funciones, o dar primas de antigüedad a empleados de confianza, es porque el sistema está diseñado para que así ocurra.

Hoy, el Judicial se da baños de pureza y afirma que con la reforma se pone en riesgo la impartición de justicia en México. ¿Pero de verdad han sido eficaces en el pasado? ¿A quién que tú conozcas te ha hablado de un trato justo y libre de corrupción al acercarse a cualquier instancia de ese poder?

Mientras los magistrados, los jueces y la estructura del Judicial estén torcidos, como lo están, pocos argumentos tienen para defender su continuidad. Por supuesto, consolidar la insaculación (tómbola, pues) como el método para elegir a quienes deben integrar este importante poder es una vacilada, pero nadie que haya recibido el trato de un juzgado en México puede argumentar que las medallas de platino en trámites eternos, sin contar las prestaciones doradas, colocan al Poder Judicial como una gran potencia en los Olímpicos de la (in)Justicia.

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