Jueves, 28 de Noviembre 2024

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#MaestraNoEstásSola

Por: Vania de Dios

#MaestraNoEstásSola

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La violencia en el hogar dejó de ser algo privado. Ya no se queda dentro de la casa, en el silencio después de los gritos o el llanto… Hoy un teléfono con internet puede convertir, en segundos, los pleitos y agresiones de pareja, en asuntos públicos y del escutrinio de miles de personas.

“¡Ya te oyeron! ¡Ya te oyeron!”… le gritaba la profesora de inglés a su marido, quien la agredía mientras ella daba su clase virtual. Sus estudiantes escucharon todo: los gritos e insultos de él; el miedo en las suplicas de ella. El abuso y la violencia quedaron grabados, y difundidos en minutos no sólo en la comunidad universitaria, también más allá de México.

La psicóloga estadounidense Leonor Walker estableció, desde 1978, la teoriìa de que la violencia conyugal es cíclica y sigue tres grandes fases o momentos. En la primera fase se acumulan las tensiones: el agresor está más irritable e intolerante, hay discusiones y suele predominar la violencia psicológica. En una segunda etapa viene el estallido de violencia, la explosión de ira y se pierde cualquier posibilidad de comunicación con el agresor. Y por último, la tercera fase, es una aparente calma, la reconciliación, donde el violentador da muestras de cariño y hasta puede decirse arrepentido. Es algo así como una “tregua amorosa” o una pequeña “luna de miel”… después, el ciclo se repite.

Romper ese “Ciclo de la Violencia” no es fácil. Los millones de mujeres que lo han vivido y no lo han denunciado, o que lo denunciaron y volvieron con el agresor, lo saben. Están, literalmente, atrapadas en relaciones de pareja violentas, sin delatar abiertamente al agresor por temor a que la situación empeore, ya sea por represalias o porque dependen de él.

Preguntas como: “¿Por qué no salen de esa relación?”, “Pero al rato ahí regresan (con el agresor)”… están de más. Cuestionar y descalificar a la víctima es ponerse del lado del agresor.

El internet ha permitido esas “ventanas virtuales” que visibilizan la violencia y exhiben a los agresores, pero que ésta se haga pública no significa que se tenga el derecho de juzgar la situación y mucho menos enjuiciar a las víctimas. 

La asociación civil Código Violeta lo describió en un tuit:

1.- La culpa siempre es del agresor y nunca de las víctimas. 

2.- Las víctimas denuncian cuando están listas.

3.- Las víctimas deciden su plan de acción y las personas acompañamos, ayudamos y respetamos su decisión.

Denunciar permite muchas veces salvarlas, para que no haya impunidad y para que la violencia no quede en anécdota. Y mientras ellas están listas, hay otras mujeres que alzan (y alzaremos) la voz por ellas; que cuando estén preparadas las apoyarán y acompañarán. Pero que, sobre todo, respetarán su proceso, sin dejarlas solas. Y por fortuna, para estos casos, el internet tiene memoria, y muy buena.
 

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