La violencia en el hogar dejó de ser algo privado. Ya no se queda dentro de la casa, en el silencio después de los gritos o el llanto… Hoy un teléfono con internet puede convertir, en segundos, los pleitos y agresiones de pareja, en asuntos públicos y del escutrinio de miles de personas.“¡Ya te oyeron! ¡Ya te oyeron!”… le gritaba la profesora de inglés a su marido, quien la agredía mientras ella daba su clase virtual. Sus estudiantes escucharon todo: los gritos e insultos de él; el miedo en las suplicas de ella. El abuso y la violencia quedaron grabados, y difundidos en minutos no sólo en la comunidad universitaria, también más allá de México.La psicóloga estadounidense Leonor Walker estableció, desde 1978, la teoriìa de que la violencia conyugal es cíclica y sigue tres grandes fases o momentos. En la primera fase se acumulan las tensiones: el agresor está más irritable e intolerante, hay discusiones y suele predominar la violencia psicológica. En una segunda etapa viene el estallido de violencia, la explosión de ira y se pierde cualquier posibilidad de comunicación con el agresor. Y por último, la tercera fase, es una aparente calma, la reconciliación, donde el violentador da muestras de cariño y hasta puede decirse arrepentido. Es algo así como una “tregua amorosa” o una pequeña “luna de miel”… después, el ciclo se repite.Romper ese “Ciclo de la Violencia” no es fácil. Los millones de mujeres que lo han vivido y no lo han denunciado, o que lo denunciaron y volvieron con el agresor, lo saben. Están, literalmente, atrapadas en relaciones de pareja violentas, sin delatar abiertamente al agresor por temor a que la situación empeore, ya sea por represalias o porque dependen de él.Preguntas como: “¿Por qué no salen de esa relación?”, “Pero al rato ahí regresan (con el agresor)”… están de más. Cuestionar y descalificar a la víctima es ponerse del lado del agresor.El internet ha permitido esas “ventanas virtuales” que visibilizan la violencia y exhiben a los agresores, pero que ésta se haga pública no significa que se tenga el derecho de juzgar la situación y mucho menos enjuiciar a las víctimas. La asociación civil Código Violeta lo describió en un tuit:1.- La culpa siempre es del agresor y nunca de las víctimas. 2.- Las víctimas denuncian cuando están listas.3.- Las víctimas deciden su plan de acción y las personas acompañamos, ayudamos y respetamos su decisión.Denunciar permite muchas veces salvarlas, para que no haya impunidad y para que la violencia no quede en anécdota. Y mientras ellas están listas, hay otras mujeres que alzan (y alzaremos) la voz por ellas; que cuando estén preparadas las apoyarán y acompañarán. Pero que, sobre todo, respetarán su proceso, sin dejarlas solas. Y por fortuna, para estos casos, el internet tiene memoria, y muy buena.