La decisión de regresar el avión presidencial mexicano de los hangares de EU obligada por los altos costos de guarda y mantenimiento de la aeronave y por el nulo interés de probables compradores, a pesar de las reiteradas afirmaciones del Presidente AMLO de que la venta era cuasi un hecho, tanto que ofreció a dos que tres comunidades el dinero producto de la venta para obras de infraestructura de ciertas comunidades, da clara muestra de un estilo de gobernar basado, según el momento, en improvisaciones convertidas en meras ocurrencias cuyo carácter populista prioriza el clientelismo político.Si tan solo este perjudicial proceder se limitara a la venta del avión no fuera este estilo de tanta trascendencia, lo peor es que esta misma postura se ha trasladado a casos de verdadera importancia para la vida armónica de la sociedad, por ejemplo el más inmediato y preocupante que es la cancelación abrupta e inoportuna del Seguro Popular con las peligrosas consecuencias para las personas cuya salud depende de atención oportuna y eficiente.Resulta peligroso que el Presidente AMLO dé la impresión de que en los hechos gobierna entregado a la autocomplacencia celebratoria y en los dichos recurra a la ilusa sencillez de las grandes ideas, si bien en algunos rubros se han tomado medidas a todas luces acertadas en beneficio del país los avances alentadores distan mucho de ser suficientes.Por otra parte siguiendo el mismo tema, preocupa y mucho la postura arbitraria y hasta burlona en casos de corrupción e impunidad tan obviamente presentados como los de Manuel Bartlett, Napoleón Gómez Urrutia y para colmo con la complacencia incluso de la Doctora Sandoval Ballesteros.El Presidente AMLO tiene ante sí la maravillosa e histórica oportunidad de trascender como uno de los mejores presidentes de México, aun es tiempo de que tome otros rumbos su gestión dejando ese estilo de absorber todo y no emitir nada deslizando así finalmente cada buena intención hacia la invisibilidad. Es de esperar que la postura del Presidente AMLO tenga una evolución congruente con un pensamiento crítico y deseche quizás los restos de una formación política que le hace más fácil prometer que decir la verdad, en otras palabras dejarse llevar por espejismos mentales. Es irrefutable que la esperanza es una modesta forma de utopía y que AMLO apueste por esta verdad. Sin embargo, preocupa que los mexicanos que pusieron sus legitimas y válidas esperanzas a partir en un cambio profundo y verdadero vuelvan a sufrir, por enésima vez, el que los triunfos ofrecidos se conviertan en fracasos, que los fuegos celebratorios se hagan cenizas y que tanta esperanza puesta en el cambio se transforme en pesadillas.Tan dado a explicar asuntos de Estado a partir de referencias místicas resultaría oportuno que AMLO tomara en cuenta a Santo Tomás de Aquino cuando afirma: “el hecho de que nuestra visión del bien esté equivocada es lo que lo convierte en mal”.