Viernes, 29 de Noviembre 2024

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Los retos de Alfaro

Por: Eugenio Ruiz Orozco

Los retos de Alfaro

Los retos de Alfaro

Enrique Alfaro aspira a ser Presidente de México. Jalisco ha tenido tres presidentes: Valentín Gómez Farías, José Justo Corro y Victoriano Huerta, los dos primeros en el siglo XIX, el tercero en 1913. ¿Por qué, en más de doscientos años, un Estado de la importancia del nuestro ha tenido tan pocos presidentes? Intentaré explicarlo someramente. En nuestra Entidad prevaleció, prácticamente desde la Colonia, una cultura feudal; lo importante era lo próximo, lo cercano, lo inmediato. La riqueza estaba en la tierra y sus productos: la agricultura, la ganadería y la intermediación comercial. Además, nuestra lejanía con la Ciudad de México propició una tendencia autonómica que, con los años, entró en conflicto con el proyecto nacional. A partir de una visión idílica de nuestra región -estimulada por un cine de charros y mujeres hermosas-, entramos en una desigual competencia con el centro. Nos aislamos. Hemos vivido lejos y desarticulados de las élites nacionales. La política es una actividad concentradora del poder que excluye a quien no se coordina o subordina. Por lo tanto, resulta conveniente revisar los términos de nuestra relación con los actores nacionales y regionales que influyen en el rumbo político y económico del país.

¿Qué se necesita para que alguien llegue a ocupar la Presidencia? Siete ingredientes (entre otros): proyecto, conocimiento de la realidad nacional, capacidad de representación, equipo, dinero, voluntad y trabajo. En Jalisco disponemos de ellos, ¿por qué, entonces, en poco más de 100 años, ningún jalisciense ha ocupado la silla presidencial? La explicación la encontramos en nuestra incapacidad para procesar nuestros conflictos locales y en nuestra deficiente relación con el centro.

¿Por qué es importante que un jalisciense llegue a la Presidencia de la República? La respuesta es obvia: la cantidad de recursos que se trasladarían a la Entidad sería enorme. Además, la inserción de cuadros locales en la administración pública federal abriría oportunidades de desarrollo profesional y económico a jóvenes que, a lo largo del tiempo, construirían una red de relaciones de poder, fundamentales para mejorar la calidad de vida de los habitantes del Estado. El poder reproduce al poder. 

Alfaro, para ser Presidente, requiere de la unidad de los jaliscienses y de un consenso nacional. La República es un espacio lleno de intereses en el que cada estado aspira a un trato de asociado y no de súbdito, además, sus públicas diferencias con López Obrador, quien pretende dejar sucesor o sucesora, son un problema mayúsculo. Tener enfrente al presidente no es cosa menor y Dante Delgado, líder de MC, no es un compañero de viaje cómodo. Si a lo anterior, sumamos la falta de una estructura nacional y que 20 de los gobernadores actuales son de Morena, podremos calibrar el grado de dificultad que enfrenta Enrique. 

Alfaro es talentoso, voluntarioso y tenaz. Ha demostrado ser hombre de retos; seguramente persiguiendo sus sueños, dejará el gobierno de Jalisco. Lo menos que podemos desearle es buena suerte. Si a Enrique le va bien, a Jalisco le puede ir bien.

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