Precisamente al lado norte del atrio de Notre Dame de París (cuyas obras, por cierto, se retomarán el lunes 27) está otro los guardianes de la ciudad: el Hôtel-Dieu, el hospital más antiguo del mundo y que sigue funcionando como tal, fundado hace catorce siglos, en 650, por el Obispo San Landry para acoger indigentes, incapacitados y enfermos. El Hôtel-Dieu, como su vecina, también fue devastado por un incendio en 1772. Pero se reconstruyó y ha continuado en servicio; sus edificios actuales datan de mediados del siglo XIX.A lo largo de la Edad Media, el Hôtel-Dieu fue modelo de eficiencia para los estándares de la época y fuente de los conocimientos médicos que poco a poco iban avanzando. Más tarde, ya en 1136, el emperador bizantino Basilio Juan II fundaría en Constantinopla, a orillas del Bósforo, el único establecimiento que podía compararse con el de París: el hospital del Pantocrátor.Con la misma idea de protección social (y no sólo de cuidados médicos) fue que don Vasco de Quiroga hizo los hospitales de indios en la Nueva España, el primero de los cuales fue en 1532 el pueblo-hospital de Santa Fe, en las inmediaciones de la capital; más tarde, ya como Obispo de Michoacán, dotaría de hospitales sobre el mismo modelo a muchas poblaciones de su diócesis.En Guadalajara hubo hasta finales del siglo XVIII dos pequeños hospitales: el de San Juan de Dios y el de Belén. Y fue precisamente a raíz de una epidemia brutal (la de 1786, “el año del hambre”, cuando murió cerca del 15% de la población tapatía) que se fundó el hospital que hasta hoy se mantiene como la nave capitana de la salud en Jalisco. Se combinaron por entonces la pérdida de cosechas, la hambruna y la enfermedad; pero, como escribió en días pasados en EL INFORMADOR la historiadora Lilia Oliver, por fortuna “la batuta durante aquel concierto de calamidades la llevó la Iglesia como institución, y el director de la orquesta fue ni más ni menos que el Obispo fray Antonio Alcalde y Barriga”.