Empecemos con algunas preguntas: ¿Por qué tanto rechazo a la reelección? ¿Acaso es un aprendizaje que ha logrado romper la barrera del tiempo en México? El conocido principio “sufragio efectivo, no reelección”, heredado por Francisco I. Madero, ¿está en el conocimiento de los mexicanos y saben que el objetivo es no permitir otra dictadura como la de Porfirio Díaz?El Presidente Andrés Manuel López Obrador, en buena medida por la presión de la oposición y en parte por sus convicciones proclamadas desde que era candidato, firmó y presentó este 19 de marzo un documento en el que declara que no buscará la reelección en el año 2024.“Me iré a Palenque”, dijo el Mandatario, y reiteró su confianza en que seis años bastarán para aplicar y concretar los cambios del proyecto político que recibió 30 millones de votos en las últimas elecciones presidenciales y que ha sido bautizado como la Cuarta Transformación.El tema es aparentemente superficial. Pero no es así. Los diputados de los partidos de oposición, sobre todo de Acción Nacional y el Revolucionario Institucional, se congratularon y reconocieron el gesto del Presidente. ¿Por qué? La primera razón es totalmente pragmática: si López Obrador mencionara en este momento que considera apenas la idea de la reelección, literalmente estaría cancelando el futuro de cualquier otra fuerza política (un futuro de por sí mínimo); su triunfo sería totalmente seguro desde ahora.Una razón en segundo lugar puede apelar a una visión de Estado: la democracia mexicana, nadie puede decir lo contrario, es inmadura, imperfecta. Nuestra sociedad está empeñada en una lucha permanente por la supervivencia, en medio de la desigualdad, la violencia, los altos índices de criminalidad, la debilidad de la justicia y como cualquiera puede comprobar, la tendencia a la concentración del poder y la desaparición de los equilibrios institucionales.En un escenario como éste un “hombre fuerte”, y López Obrador lo es, puede sencillamente convertirse en dictador. Es aquí donde germinan los comparativos con Venezuela y su república bolivariana.Sin dudar de la honestidad del Presidente, las condiciones están creadas para debilitar el modelo democrático que tantos años nos ha costado, y que al mismo tiempo ha sido permanentemente atacado y erosionado. Mucho antes de que él arribara al poder, eran abundantes los análisis que advertían de las condiciones para que México pasara de la democracia a un Gobierno autoritario.¿Esa posibilidad está descartada? Naturalmente no. Por ahora, contamos con la voluntad puesta por escrito por el Presidente; pero para fortalecer un sistema democrático, lo prueba la experiencia, se requieren instituciones fuertes, y eso es justo lo que estamos perdiendo.La realidad no es blanca o negra; los matices abundan. A pesar de la polarización y los conflictos, quedan las instituciones educativas, las asociaciones civiles, los organismos empresariales, las comisiones de derechos humanos y los espacios ciudadanos de manifestación y reclamo. De los partidos políticos, sinceramente, poco puede esperarse. Son los ciudadanos, con actos voluntarios, quienes pueden mantener aún contracorriente, la ruta de la justicia y la democracia.