Es súper sencillo escribir en redes y adjudicarse logros ajenos. Por supuesto que tomar el teclado y escribir que eres el Rey de Reyes desde una tarima que tú te inventaste va a generarte serias críticas, pero también es muy probable que tu discurso triunfalista entre dulcemente por el oído de algún que otro ciudadano. Y entonces: gol.Así que más de uno van a creer que, como aseguras, “lo lograste” y que gracias a ti “se superaron conflictos y obstáculos para garantizar el agua de las y los tapatíos para los próximos 50 años”.Pero si algo hay en el periodismo es la memoria. Y en ella está el momento en que el opositor Alfaro usó a la comunidad de Temacapulín como bandera política. Les prometió a sus pobladores que, de ser por él, el pequeño poblado ubicado en Cañadas de Obregón, jamás sería inundado.Textualmente, en abril de 2013 le escribió a quien lo derrotó en la contienda por la gubernatura, Aristóteles Sandoval, que “no se necesitan mesas de trabajo. Se necesita cumplir la palabra y tener pantalones: no inundar Temaca. Ese fue el compromiso”.En 2014 era Alfaro el aliado. “Siéntanse tranquilos”, dijo. Pero en 2017, ya como alcalde tapatío, “la presa ya está hecha y nosotros desde hace mucho tiempo dimos la batalla. Si ya está construida, ahora tenemos que garantizar el abasto de Los Altos y de la Ciudad de Guadalajara”.Porque no es lo mismo ver los toros desde la tarima que en el ruedo, ya en el ejercicio del poder los últimos dos gobernadores hicieron lo mismo: recular y dejar en manos del Gobierno federal el futuro del embalse. Y entonces: ¿Lo logramos?Temacapulín, Acasico y Palmarejo han sido noticia desde hace más de tres sexenios. Tanto el candidato Aristóteles Sandoval como el candidato Enrique Alfaro les prometieron que no se inundarían con la Presa El Zapotillo. Lo hicieron aun sabiendo que ese era el único proyecto en curso para tratar de acercar más agua a una ciudad que crece desmesuradamente y que depende enormemente de un solo popote: el Acueducto Chapala-Guadalajara.Porque si éste tronara, el resultado sería desastroso: seis de cada 10 tapatíos de inmediato se quedarían sin agua para sus baños, regaderas o para lavar sus platos. Una realidad que, por cierto, viven muchas comunidades de la metrópoli debido a tandeos disfrazados que realiza el SIAPA al cerrar ciertas válvulas con el objetivo de “darles mantenimiento”.Temaca y sus pobladores se pusieron en modo de defensa y, por dos décadas, soportaron amenazas, corrieron a funcionarios, montaron guardias y lucharon en tribunales para frenar un proyecto que inició con Vicente Fox, pero que la gestión de Felipe Calderón y Emilio González Márquez querían imponer a toda costa, sin importar que el patrimonio de un pueblo de cientos de años terminara bajo el agua.Cómo olvidar cuando, en octubre de 2021, un incómodo Enrique Alfaro llegó a Temacapulín en el marco de una visita presidencial, rechazó un collar de flores que le iban a regalar y recibió abucheos y el desdén de la gente. Y entonces: ¿Lo logramos?Este viernes, el polémico proyecto al fin se inauguró. Al menos el acueducto El Salto-La Red-Calderón: una obra clave en la conexión de El Zapotillo con el Área Metropolitana de Guadalajara.Y eso, desde una publicación oficial triunfalista, se escribe sencillo, pero para llegar a ello el Presidente Andrés Manuel López Obrador se vio obligado a doblar las manos y acceder a cada una de las peticiones de la gente que sí lo logró: a los cientos de habitantes de Temaca y a sus aliados que sí lucharon y exigieron respetar su lugar de origen.A ellos, y no a autoridades oportunistas, se debe que El Zapotillo funcione. A ellos, y no a autoridades con teclados desbocados, se les debe un acuerdo que respetará sus derechos humanos y, de paso, se diera una cachetada con guante blanco a quien ya pensaba incluso en proyectos para bucear en un pueblo ahogado en las aguas de un río que, quizás, y sólo quizás, tenga el caudal suficiente para abonar a mejorar la grave crisis hídrica de Guadalajara.isaac.deloza@informador.com.mx