Lo entiendo, señor Presidente. Yo también por algún tiempo he querido no ver, no oír y no saber nada de lo qué pasa en el país. Es que me es muy doloroso y fíjese que desde chica me pasa lo mismo y sé que a más gente, también. De pronto de “tanto” estar enterada, siento que el corazón se me empieza a apachurrar, y empiezo a sentirme mal porque no sé qué hacer, y quisiera poder, pero, entro un día sin saber si era domingo o martes, en un laberinto donde creo que usted también debe estar, donde no tenemos ni idea -quizá me equivoco sobre sus ideas- de cómo resolver algo, una parte o todas, de esta ola de violencia que México, el país que usted y yo amamos, vive.Lo entiendo, señor Presidente. México más que un territorio, es un mar de emociones y sin sentidos. A veces, ante la tragedia -tan clásico en nuestra idiosincrasia-, nos aventamos a contar un chiste, hacemos o tratamos de hacer (los que tenemos menos gracia para contarlos), que alguien -así sea uno nomás-, se ría. México es también, motivo de orgullo y de vergüenza y para qué nos engañamos si siempre ha sido así; estamos acostumbrados, pero ahora, a través de medios de comunicación y redes sociales, todo el mundo es un reportero (para bien y para mal) y ya en cualquier parte de este planeta, se sabe qué sucede, nomás con un par de clicks.Lo entiendo, señor Presidente. Yo también tengo otros datos, pero todos con poquita curiosidad, tenemos otros muchísimos datos, no nomás unos, y a cualquiera que esté arriba, donde usted está, le podemos observar desde muchos ojos. Qué difícil debe o debería ser político ahora, señor Presidente. No se logra, aunque se quiera, controlar la opinión pública a través de medios oficiales, porque la prensa, los de a pie, de casi todo nos damos cuenta, y todo contamos o publicamos.Lo entiendo, señor Presidente. A mí como a usted, todavía me sorprende que de pronto siento esta cosa híper nacionalista porque veo a la gente que todos los días sale a trabajar; hombres, mujeres y niños que tienen una particular sonrisa, un saludo amable que bien podría venir de esa herencia servilista, pero luego pienso que no, que nomás es gente saludadora y que deciden regresar los buenos días a quien se cruza por la banqueta de manera genuina. Usted sabe que en otros lados del mundo no pasa, y a mí me sigue pareciendo bellísimo pues. Yo la verdad, comparto lo que usted ve, un pueblo noble y bueno, pero también un pueblo y no sé si se haya percatado o también le duela como a mí y mejor voltear la cara, a un pueblo resentido. Y cómo no habríamos de estarlo, si nuestras autoridades, nuestras instituciones que tanto trabajo nos ha costado sostener, las vapulean los que llegan, de cualquier color, y claro, también hablo de usted y de los suyos tan guindas.Lo entiendo, señor Presidente. Muchísimas veces me he visto en la particular necesidad de justificarlo a usted, a su gabinete, de culpar a otros (me encanta culpar a Calderón, nos viene muy natural a los de mi generación, y con razón claro), y decir que es una bola de nieve, que el país se lo dejaron ensangrentado y dividido. Pero pasados los años, ya no puedo ni me dejo a mí misma pensar eso, porque, ya usted al próximo o próxima según se vea, dejará el país igual, o para ser honesta, peor.Yo lo entiendo, señor Presidente. Hasta me acuerdo de sus promesas de campaña, de esos conmovedores y preciosos discursos que a mí, honestamente, me hacían llorar, tan de “Las venas abiertas de América Latina”, de sus años en resistencia, de verlo ir hasta el municipio más pequeño y de haberme convencido de que conocía usted mejor que nadie, al país. Me vienen a la memoria los contrincantes que tuvo en cada elección a la que se postuló y las grotescas formas en las que se operó una campaña de desprestigio en el que para acabar pronto le tildaban de Chavista. Pensaba que al país le haría falta un humanista, que si bien Lula también se había equivocado, pues de los males el menor, así pensamos los latinos.Señor Presidente, yo de veras lo entiendo. Cuando vi la noticia de los muchachos de Lagos de Moreno, me eché a llorar sin importar a quien tuviera cerca. Y claro, incómoda uno con el llanto a casi cualquiera, no se espera que nomás porque sí uno llore con las noticias, pero este país ya hace llorar así. La diferencia es que yo, tengo la piel delgadita delgadita, y usted parece que no. La diferencia es que usted dijo tener las respuestas pero no alcanzo a ver si realmente entiende las causas. La diferencia es que no resultó ser un humanista, sino nomás a hablar muy bonito, como casi un intelectual y pues los intelectuales no gobiernan o por lo menos no en este país. La diferencia señor Presidente, es que a usted le votaron, yo no, soy nulista, y pues qué pena, qué pena el desastre que nos va a dejar.Lo entiendo tan bien, señor Presidente. Usted, y parece que nos hubiera invitado a todos, bueno no a todos, pero incluso a esos de la oposición, a terminar por irnos juntos, a “La Chin…”.argeliagf@informador.com.mx • @argelinapanyvina