Al Infonavit se le ocurrió preguntarle a sus acreditados cuánto tiempo gastaban para llegar de su casa al trabajo. La sorpresa fue que, de las tres metrópolis del país, Ciudad de México, Monterrey y Guadalajara fue en esta última donde más tiempo se destina al transporte. En principio parece una locura pensar que en Guadalajara hay que destinar más tiempo al traslado que en la Ciudad de México y sí, hay que leer el dato correctamente. No se trata solo de distancia y velocidad promedio en cada una de las ciudades sino donde se construyeron los fraccionamientos de Infonavit.Guadalajara optó por un absurdo, y me atrevería a decir corrupto, modelo de desarrollo urbano que permitió la construcción de fraccionamientos allá donde el viento daba vuelta, fuera de la ciudad y alejados de todos los servicios. Son fraccionamientos que no solo no tienen un servicio de transporte, no digamos eficiente y barato; tienen el más caro de todos que es el que no existe. De servicios de agua, salud, educación, seguridad, mejor no hablamos.Un habitante de un fraccionamiento de Infonavit ocupa en promedio 85 minutos para llegar a su trabajo, lo que significa que hay quienes requieren más de dos horas en cada trayecto, media jornada laboral solo en desplazarse. Para decirlo con palabras ad hoc a los tiempos, dura menos una Mañanera de López Obrador o un mitin-informe como el del Zócalo que el trayecto de un tapatío a su trabajo.La comparación es odiosa porque en todos los ángulos perdemos. La Ciudad de México es mucho más grande, pero tiene mucho mejor transporte público. Monterrey, con su particular y complicada orografía tiene sin embargo un sistema de vialidades bastante funcional, o si se prefiere menos disfuncional que el nuestro.El momento que vive Guadalajara es ya, para beneplácito de algunos y coraje de otros, demasiado tarde para hacer una apuesta por vialidades rápidas. Se intentó por muchos años y el fracaso fue rotundo. El único modelo posible para reducir el tiempo de traslados es apostar en serio y consistentemente por el transporte público, más líneas de tren, pero también de BRT y grandes rutas troncales combinadas con bici pública, ciclovías y banquetas. Esto es, transporte masivo combinado con bicicleta y traslados a pie para la última milla.La ciudad es un invento tan noble que permite la resiliencia, que las decisiones que en su momento parecían acertadas y hoy las vemos claramente como contraproducentes, puedan ser revertidas y su efecto nocivo reducido en una buena parte. Ello implica inversiones sí, pero sobre todo tiempo y consistencia en el modelo. (diego.petersen@informador.com.mx)