Uno de los terroristas detenidos por al ataque en Christchurch, Nueva Zelanda, es asiduo a publicar contenidos en línea, y justo antes de actuar con las armas subió un manifiesto de 73 páginas en las redes sociales 8chan y en Twitter denominado The great replacement que, según reportes brinda un catálogo de razones de la radicalización de sus acciones. Su autor es un australiano de 28 años, blanco, preocupado por el futuro de la gente blanca, que ve amenazada por una confrontación de culturas; y él quiere acelerar la guerra de civilizaciones.Según el documento, le sirvió de modelo Anders Behring Breivik, el noruego que asesinó a 77 personas, en su mayoría adolescentes liberales, en un retiro en una isla, en 2011. El hecho violento es en sí mismo un llamado a despertar reacciones de otros hombres como él. No se trata de una simple ocurrencia en solitario, sino de una acción planeada cuidadosamente con una estrategia bien definida.La actuación está pensada desde el mundo de las redes sociales y enfocada para ser difundida en ese inmenso ámbito aparentemente incontrolado. Desde la publicación del manifiesto hasta la transmisión en vivo, suponen un llamado a lo que muchos denominan buscadores de la verdad. La red 8chan es popular entre grupos de activismo social mientras Twitter es la que mayor influye en las agendas de los medios de comunicación masiva tradicionales, en ellos publicó el manifiesto; en ambas existe una enorme cantidad de identidades listas para captar mensajes y difundirlos, digamos que son verdaderos ejércitos virtuales enfocadas a incidir en la comunicación digital e irrumpir en la agenda de los medios tradicionales.Mientras Facebook le dio la herramienta para transmitir, buscaba establecer una conexión entre las razones y la acción radical. Pasaron muchos minutos antes de que los contenidos fueran desactivados y su difusión se hizo viral, ese era su propósito. Desencadenar a sus enemigos ideológicos y sembrar la discordia ya no mediante un anónimo sino actuando directamente, desafiando físicamente a la realidad del establecimiento del Estado. Y los políticos ya reaccionaron, cayendo en la provocación. Quería incentivar conflictos entre grupos raciales y religiosos, y culpar a internet, a las redes sociales y a los videojuegos por su radicalización.En el discurso, alega que los inmigrantes vienen a reemplazar a las personas buenas y la civilización que más lo ofende es el Islam, debido a su intento de colonizar Occidente. Él odia, sobre todo, a aquellos musulmanes que son pacíficos. “El invasor desarmado es mucho más peligroso para nuestra gente que el invasor armado”, dice. “No tenemos una idea real de cómo lidiar con ellos, no podemos atacarlos ni defendernos de ninguna manera significativa”.Pero lo significativo para nuestro tema de hoy es que en el universo de las redes en internet se libra una guerra potente, que va más allá de nuestros desencuentros de política nacional y del activismo en favor y contra del Gobierno, que tanto nos ocupa. Hay un creciente número de activistas buscando una verdad, una cantidad de troles listos para ser despertados y alineados en favor o en contra de causas que pueden movilizar y aun radicalizar a personas que no imaginamos.Pareciera que los temas de la estrategia del terrorista de Nueva Zelanda nos quedan lejos, pero no es así, los grupos criminales han identificado ya el valor de estas herramientas. La penetración de las redes y la agilidad con se difunden son las mismas. El manejo de la ironía, la creación de memes, los mensajes crípticos y el desarrollo de sitios que difunden información muy especializada son una realidad aquí y allá porque la red no tiene fronteras.El afán de eludir la censura en las redes, crear grandes conversaciones paralelas a las agendas de los medios y los gobiernos son características no solamente de los terroristas como el de Nueva Zelanda, sino de muchos de los sitios de la comunicación digital de por acá.La camaradería que surge de la convivencia en redes abre el camino para reclutar, movilizar y radicalizar. Habrá que estar atentos a las olas de memes, manifiestos y otros documentos en las redes más populares y en las del internet profundo, porque estos asuntos son ahora mismo ya un tema de seguridad esencial.