¿Qué pasará si un automovilista conduce su vehículo a velocidades incontrolables? Es muy probable que colisione y muera o mate a inocentes. ¿Cuál será el resultado de que en el hogar (como en el país) se gaste más de lo que se ingresa? Más temprano que tarde, llegará la crisis económica y la familia puede, incluso, llegar a desintegrarse. ¿Qué sucede cuando una nación invade a otra? La respuesta es la guerra. Valgan estos ejemplos para señalar que la vida y los intereses individuales y colectivos están sujetos a límites.Cegados por el afán de poder y riqueza, consciente o inconscientemente, los seres humanos tendemos a rebasar la frontera de lo razonable y dañamos nuestra convivencia, comprometiendo el futuro. Son conocidos los excesos de Julio César, López de Santa Anna, Hitler y Stalin, entre muchos, y las desgracias que ocasionaron a sus pueblos. La moderación, en cambio, ha prevalecido en pocos: Nelson Mandela, Ho Chi Min, mi admiradísima Ángela Merkel y, en Roma, el emperador Adriano, quien fijó los límites del imperio con un argumento irrebatible: la imposibilidad de gobernarlo si se seguía expandiendo, y ubicó el limes en el Río Danubio y en las tierras altas de Escocia.La ley, la moral y la ética establecen las reglas a las que debemos ajustarnos, tanto el gobierno como los ciudadanos. Cuando alguien quebranta las leyes, se hace acreedor a una sanción y corresponde al Estado castigar al infractor. Son los magistrados y los jueces los funcionarios que, en el cumplimiento de su responsabilidad, dan seguridad jurídica a nuestras vidas y a nuestro patrimonio. Que el Poder Ejecutivo invada la competencia de los Poderes Judicial y Legislativo, entraña un grave riesgo para la democracia porque rompe los acuerdos originales del pueblo, consagrados en la Constitución.Estamos atravesando una crisis de valores, cuyo reflejo inmediato es la desestimación de la ley. La desconfianza del ciudadano hacia la justicia obedece al desprecio que, desde la esfera del poder público, se manifiesta cotidianamente. La interrogación, “La ley, ¿qué es eso?” no es una ironía, sino la renuncia al Estado de Derecho. Algunos indicadores de que los límites institucionales están siendo vulnerados son: el desacato de los amparos en el caso del tren maya; eliminar las licitaciones y asignar discrecionalmente las compras y los contratos de obra pública; reservar información sobre asuntos que deben transparentarse bajo el pretexto de que son temas de “seguridad nacional”; no respetar los acuerdos internacionales (léase el Tratado Comercial con los EUA y Canadá); así como la cotidiana burla de las autoridades electorales por los “corcholatos” que, a dos años de distancia, sueñan con la Presidencia de la República.Estamos al borde del precipicio, la inercia nos puede llevar a la catástrofe. Hoy, más que nunca, la sensatez y la cordura de los ciudadanos deben imponerse al voluntarismo presidencial. No debemos permanecer indiferentes. No podemos quedarnos rumiando nuestra inconformidad, es preciso socializarla. Ejercer una crítica objetiva de las acciones. Eugenio Ruiz Orozco