A 48 horas de que tomen posesión los nuevos alcaldes de la zona metropolitana de Guadalajara, la pregunta es quién va a extrañar más a quién, el nuevo alcalde de Guadalajara, Pablo Lemus, a quien fuera su operador de lujo y hoy sucesor en Zapopan, Juan José Frangie, o éste a quien fue su jefe político durante los últimos seis años. La pregunta no es retórica, pues lo que viene es la conformación de un nuevo grupo político de cara al 2024. Mañana comienza oficialmente la construcción del “Lemurismo” (el apodo es de Falcón) como corriente política que aspira a conquistar la gubernatura de Jalisco.Todo parece indicar que el de Lemus y Frangie será un nado sincronizado, que tienen claridad de que son un mismo proyecto político, pero el poder es el poder y en esas mismas posiciones hemos visto hasta hermanos confrontarse. La función de Frangie en Zapopan será no solo mantener un buen resultado en el municipio más poblado del estado (lo cual no será fácil, pues tras seis años el esquema tenderá a dar resultados decrecientes) sino también jalar marca para que el alcalde de Guadalajara llegue a la candidatura con los menos raspones posibles.La complejidad política del municipio de Guadalajara nada tiene que ver con Zapopan. Por la capital del Estado pasan los grandes problemas, los intereses políticos y por supuesto también la candidatura. No es gratuito que los últimos cuatro gobernadores hayan brincado de Palacio Municipal a Palacio de Gobierno. Este “pequeño salto” implica dos cosas: la primera es tener un equipo más allá del municipio; la segunda convertirse en el alter ego del gobernador, generar un polo de poder capaz de atraer la energía política. Para ello nada es tan importante como la seguridad pública.Igual que lo hizo Aristóteles Sandoval frente a Emilio González en 2009 o Enrique Alfaro frente a Aristóteles Sandoval en 2015, lo primero que hará Lemus es quitarle la operación de la seguridad de la ciudad al gobernador. El anuncio de una “nueva coordinación” entre Guadalajara y Zapopan para desplazar el esquema de Policía Metropolitana alfarista (que, dicho sea de paso, nunca funcionó) es la primera señal de toma de distancia política real entre Alfaro y Lemus. No solo se trata de mandar una señal de independencia sino de quitarle al gobernador y a sus operadores una rebanada importante de ese pastel llamado poder. Más allá de lo político, para los ciudadanos de a pie el que la lucha por el poder pase por temas de seguridad nunca será un buena noticia. No podemos asegurar que la nueva coordinación vaya a funcionar mejor o peor que la (des)coordinación actual (por experiencia sabemos que en seguridad la capacidad de empeorar es infinita), de lo que sí podemos estar ciertos es que cuando hay tantos mandos policiacos se favorece la dispersión de esfuerzos y solo ganan los malandros.diego.petersen@informador.com.mx