El uso intensivo de las redes sociales para comunicarnos ha cambiado la vida de las personas en el mundo, haciéndolas, en muchos sentidos, más productivas y al mismo tiempo, más dependientes. Las ventajas del uso de la tecnología en los procesos de producción es incuestionable, pero cuando nos preguntamos si las ventajas son equivalentes en cuanto a los derechos a la privacidad, la participación social y la democracia se levanta una controversia. Según estudios de opinión la mayor parte de las personas piensa que, en general, la concentración de la información y el poder de su gestión es nociva para su calidad de vida. Pero los estudios científicos aún no son concluyentes respecto a los efectos en la salud física y mental, como en su impacto en la libertad personal, del uso de las redes sociales en la vida cotidiana, y es ahí donde se genera una discusión vigente.Quizá uno de los rasgos más significativos de la acción de las redes sociales en relación con la libertad y la democracia es la posibilidad de emitir mensajes de forma anónima, y de reproducirlos simulando que hay personas que los respaldan mediante robots electrónicos. Esta creación de contenidos maliciosos y la formación artificial de corrientes de opinión conducen al menoscabo del valor efectivo de la voluntad personal de los ciudadanos, y trastorna profundamente el ámbito donde las personas se informan. Es más, constituyen una nueva forma de maldad encaminada a crear una suerte de realidad paralela, enfocada a cambiar las cosas en la realidad material. Los mensajes tendentes a crear miedo mediante la difusión de falsedades constituye una forma de seducir mediante acciones, que sin ser coercitivas, producen como efecto una suerte de obediencia basada en sentimientos pasajeros. La construcción de estas corrientes líquidas que arrastran a la opinión pública se ha vuelto tarea de muchos técnicos que ahora conducen las conversaciones públicas sin considerar los hechos trascendentes o importantes, sino los intereses que representan. Asumiendo deliberadamente una suerte de ceguera moral que prefiere mirar a otra parte cuando hay beneficios económicos de por medio.Por otra parte, el almacenamiento, procesamiento y análisis de los datos que se generan en la comunicación de las redes sociales se ha convertido en un tema fundamental en el debate respecto a esta ceguera deliberada que se presenta cuando se trata de analizar el poder que tienen las empresas que gestionan información y datos. Muchos de los cuales, por cierto, no son del alcance ni de los gobiernos ni de las instituciones públicas.En el debate, las empresas han alegado que su labor no constituye una amenaza a la democracia ni a la libertad, sino que por el contrario constituyen nuevos espacios de expresión que enriquecen la comunicación y mejoran la calidad del debate de los temas públicos. Sin embargo hay que considerar que son estas empresas las que ahora dominan el mundo de la publicidad y las que de alguna forma dictan los lineamientos de los contenidos que pueden segmentar puntualmente, adquiriendo una influencia cada vez mayor en el comportamiento de las personas, no solamente en aspectos comerciales sino también en los sociales y políticos. Cada día los atributos de los contenidos suaves, que seducen en las redes, se imponen en la conducta sin necesidad de la coerción que caracteriza a la acción de las autoridades públicas. Dada la rapidez con la que evolucionan los mecanismos de comunicación en las redes, es claro que su papel será cada vez más determinante en los procesos electorales, como en la participación social, y que las regulaciones legales van por detrás de la realidad. Hasta ahora son las comisiones internas de las compañías las que determinan cuando se rebasa los límites que por cierto no están claramente delimitados de forma unánime.Las redes en sí mismas no son un hecho malicioso, pero algunos de sus contenidos si que lo son, y dado que se esparcen de forma fragmentada, pulverizada, aparentemente dispersos buscando bienes precisos, pueden ellos constituir un mengua importante a la democracia. Y una amenaza a la libertad. Eso es así y por eso se presenta ante nosotros el desafío de crear mecanismos, no sólo que identifiquen estos hechos, sino que los combata y los exhiba públicamente. Un desafío moral y jurídico ineludible en nuestro tiempo.luisernestosalomon@gmail.com