Jalisco está lejos de ser un Estado común y corriente. Quienes aquí vivimos hemos sido testigos de prácticamente todo lo que podría imaginarse cuando de inseguridad se trata.Desde hace tres sexenios, la cuna del mariachi y la charrería se ha minado de un terror que, como al fin reconoció el gobernador Enrique Alfaro, rindió frutos. Hoy, ocho de cada 10 jaliscienses perciben inseguridad cuando salen a la calle, suben al camión, llegan al trabajo o al cajero, e incluso en sus hogares.Y no. No es normal. Y no. No debemos permitir que esto se normalice.Tampoco podemos reducir el impacto de una agresión de esta magnitud, sin importar que años antes (junio y octubre de 2008) hubo ataques con granadas contra la Secretaría de Seguridad Pública estatal, que un helicóptero del Ejército fue derribado en mayo de 2015, que han emboscado y abatido a personal de la extinta Gendarmería Nacional, de la Guardia Nacional y hasta al ex gobernador Aristóteles Sandoval.Las minas remotas que colocó el cártel Nueva Generación en Tlajomulco tenían una intención clara: infundir terror entre la población. Pero también lograron preocupar al gabinete de seguridad del Gobierno de Jalisco.De acuerdo con el expediente que está en proceso, la liga más sólida que hay en torno a este ataque involucra armas de fabricación en masa. Es decir, no se trata de artefactos construidos con cables, pólvora e inventiva. Las que explotaron en Tlajomulco eran minas terrestres que se activaron a la distancia y no cuando las unidades pasaron encima de ellas.Las autoridades estatales y federales indagan los residuos de estos artefactos para determinar su origen. Las describen como un “melón” que en el lenguaje militar se conocen como “Artefactos Explosivos Improvisados (AEI)” o “armas trampa”.Esto surge del hallazgo, en febrero de 2022, de más de 250 explosivos que fueron desenterrados de brechas, bodegas y casas abandonadas en puntos como Aguililla, Tepalcatepec y Coalcomán. Todas, desactivadas por grupos especiales del Ejército y cuyo hallazgo se dio tras la muerte de un campesino que tuvo la mala fortuna de estrellar su pico contra una de estas.La versión oficial sostiene que el ataque contra la Fiscalía fue una emboscada. Según el gobernador Enrique Alfaro, durante tres días las autoridades recibieron llamadas anónimas para informar que había restos humanos en una nueva fosa en Tlajomulco de Zúñiga.La Policía Investigadora atendió dicho reporte y lo que ocurrió después ocupó espacio en noticiarios de escala nacional e internacional. De nuevo, Jalisco fue nota porque la delincuencia logró que fuera nota.Pero la otra versión, la que se estudia como posibilidad latente, es que las minas fueron colocadas para evitar el paso de convoys de grupos rivales. Porque Tlajomulco, sea la cuna del proyecto político que sea, se mantiene como un terreno estratégico, atractivo y de alta valía para la delincuencia organizada.Esa misma delincuencia organizada que ha bloqueado carreteras, incendiado camiones, atentado contra un ex secretario de Seguridad en plena zona rosa de Guadalajara, asesinado a mujeres y niños a los que considera “daños colaterales”, y que gracias a su diversificación de negocios goza de un poder cada vez mayor.Las minas cimbraron el primer cuadro de Tlajomulco, pero su ola de expansión llegó a Casa Jalisco y su residente oficial decidió romper el protocolo de la mesa de seguridad para grabar un video en el primer cuadro del municipio que gobernó hace más de una década mientras estaba rodeado de unidades del Ejército, y un día después del atentado, viajar a Mazamitla para pedirle a los ciudadanos que visiten este Pueblo Mágico.Y en una falla de comunicación descomunal, declaró que suspendería los protocolos de búsqueda, lo que generó una intensa presión entre los colectivos de familiares de desaparecidos, que amenazaron con hacer una megamarcha este domingo, lo que obligó a Alfaro a encender nuevamente la cámara de su oficina para explicar que sólo se suspenden cuando éstas parten de una llamada anónima.La mala noticia es que ocho de cada 10 hallazgos se logran de esta manera. Pero hay una peor, y es que, desde el principio, las madres buscadoras se perciben solas en la paradójica e inhumana labor de escarbar entre la tierra hasta obtener un rastro del familiar que un día se fue… y desapareció.Escarbar y escarbar, sin importar que, literal y figuradamente, el crimen haya logrado minar a Jalisco.isaac.deloza@informador.com.mx