Este domingo 13 de noviembre se convirtió en una fecha histórica. En esa hermosa mañana otoñal nos reunimos, en muchas ciudades de la República, mexicanos que, al margen de convocantes y banderías, fuimos porque compartimos una preocupación: el futuro de nuestro país. Sí, el nuestro, no el país de fifíes vs. chairos, ni de liberales contra conservadores; menos aún de norteños contra los del altiplano y del sureste y viceversa. Al llamado acudimos mexicanos que amamos nuestra tierra y que estamos dispuestos a evitar, mediante nuestra participación, una tragedia nacional.Yo asistí a la manifestación que acabó en una marcha hacia la Avenida Chapultepec. Fuimos decenas de miles. Aunque las autoridades pretenden desestimar el número de quienes concurrimos, impulsados por el cumplimiento de una obligación cívica y de conciencia, y aunque le tuerzan el brazo a Pitágoras, fuimos los que fuimos, diría Perogrullo, y éramos muchos. Les recomiendo que nos cuenten bien. El domingo pasado quedó claro que las calles no son del Gobierno, de los políticos ni de los partidos. ¡Las calles son del pueblo! Durante el desarrollo del evento se notaron algunas deficiencias dado que la participación superó las expectativas de quienes nos convocaron. ¡Qué bueno que así fue! Esto revela que no hubo intereses ocultos ni manipulación de personas con otros propósitos. La espontaneidad, transparencia y calidez de quienes participamos hacen evidente que, al margen de diferencias, sólo nos debe unir el deseo y el compromiso de un México más justo y sin mayores distancias sociales.Con el conocimiento que me da haber participado en la vida pública, me permitiría hacer algunas sugerencias. Primera, es muy importante transparentar el origen y filiación de los convocantes. No vaya a ser que, a río revuelto, ganancia de pescadores. Segunda, ¡ojo con la soberbia! El éxito fue de tal magnitud que se puede suponer que se ganó la guerra. No es así. Si acaso, este es el primer episodio de una larga lista de acechanzas, riesgos, ataques e intentos de seducción que habrán de ser superados frente a los apetitos del Gobierno y los partidos, por lo que la prudencia debe prevalecer. Tercero, mucho cuidado con caer en provocaciones, pues ¿a quién más le puede interesar que se propicie la violencia, sino a quien tiene el control de los instrumentos represivos del Estado? Los costos de haber deformado instituciones tan importantes para el desarrollo, como son el sistema educativo y de salud, están siendo enormes; por lo que, cuarto, debe quedar muy claro que el futuro debe construirse sustantivamente para las nuevas generaciones, sin olvidar a los viejos.El poder de la ciudadanía es mayor que los problemas de nuestro país. Recordemos que una golondrina no hace verano, que un solo individuo no puede cambiar el mundo y que la tenacidad es fundamental para alcanzar el éxito. Todos tenemos algunas tareas: mantenernos informados, platicar con familiares, vecinos y amigos u organizar círculos de reflexión son algunas de las acciones que debemos emprender por el bien de la Patria.