Sábado, 23 de Noviembre 2024

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Las batallas por la educación y los libros de texto

Por: Diego Petersen

Las batallas por la educación y los libros de texto

Las batallas por la educación y los libros de texto

El libro de texto gratuito es una de las grandes instituciones de nuestro país. Gracias a ello, decenas de millones de mexicanos hemos podido ser educados con una calidad y visión pedagógica homogénea. Han sido además libros bien pensados, bien trabajados, impecablemente impresos y distribuidos a lo largo de poco más de siete décadas, 72 generaciones escolares de mexicanos.

Los libros, desde aquellos que tenían en la portada la imagen de la Madre Patria del pintor tapatío, Jorge González Camarena (la modelo fue Victoria Dorenlas, una joven tlaxcalteca de 18 años), hasta los recientes que han tenido modificaciones y adecuaciones a la época y al gobierno en turno. Por lo general, los de matemáticas son los menos discutidos. Los de lengua han evolucionado y hoy además de español existen libros de lengua materna indígena. Los más controvertidos han sido siempre los de historia y civismo (en algún momento llamados de ciencias sociales) y los de ciencias naturales: los primeros porque imprimen la ideología del gobierno en turno; los segundos por la visión moral de la educación sexual y los derechos reproductivos y de género.

Nada tiene, pues, de extraño que el nuevo gobierno quiera modificar los libros de texto ni tampoco que exista oposición a ello. Ahí, en los contenidos de los libros de texto gratuitos se libra una de las batallas ideológicas más añejas, y hay que decirlo, más civilizadas, entre las visiones de izquierda y derecha, conservadores y liberales. Durante los primeros 30 años de existencia del libro, en pleno nacionalismo revolucionario priista la visión de la historia era maniquea, simplista, llena de héroes sin contradicciones y villanos vende patrias (esa es, por cierto, la versión de la historia que le gusta y repite el presidente López Obrador). En el sexenio de Echeverría se modificaron profundamente, no sin tensiones, contenidos y pedagogías. Con Salinas se reescribieron los libros de historia, lo que provocó algunas reacciones, particularmente del Ejército, al que no le gustó aparecer como responsable de la matanza de Tlatelolco y por la pretendida desaparición de los Niños Héroes. Los gobiernos panistas los siguieron cambiando para imprimir su visión de la lucha por la democracia. 

Si bien el espacio de disputa ideológica por antonomasia es la historia, los temas de educación sexual, y recientemente derechos reproductivos y de género, son los que más revuelo han causado. En los años sesenta y setenta con los movimientos de padres de familia y recientemente con sectores de la iglesia y grupos conservadores que debaten el contenido de lo que ellos llaman “ideología de género”.

El problema no es que se busque adecuar los libros de texto, sino la forma de hacerlo, un método que es ya marca registrada de este gobierno: con prisas, sin controles y con una visión centralizada desde Palacio Nacional. Quien está al frente de la visión de la “nueva historia” es la No Primera Dama, pero sí esposa del presidente, Beatriz Gutiérrez Müller, a través de la Coordinación de Memoria Histórica y Cultural, la misma coordinación que, sin base alguna y por decreto, estableció la fundación de Tenochtitlan en 1321. 

Todo apunta a que la batalla por los libros de texto terminará en un capricho, otro más, pero uno de esos que, encima, nos cuestan muy caros.

diego.petersen@informador.com.mx

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