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Ladislao Kubala, un talento grande como un estadio

Por: Raúl Romero

Ladislao Kubala, un talento grande como un estadio

Ladislao Kubala, un talento grande como un estadio

En la historia del futbol ha habido pocos jugadores dotados al punto de hacer sentir que un estadio nuevo era necesario para albergar su talento. Laszlo (o Ladislao) Kubala, ídolo del Barcelona quien falleció el 17 de mayo de 2002, ha sido uno de ellos.

Kubala nació en 1927 en Budapest, Hungría, nación en donde comenzó su carrera profesional, que continuó en Checoslovaquia, el país natal de su madre.

En 1949 decide escapar de la dictadura soviética e inicia una odisea que es paralela a la de Puskas, otra estrella húngara: primero una escala en Italia y después la llegada a España, la nueva patria. La diferencia radical es que Puskas se convierte en una figura del Real Madrid, mientras Kubala es uno de los primeros mitos modernos del futbol blaugrana.

“Con Kubala el futbol pasó de la opereta a la ópera”, así resumió Pepe Samitier, entonces secretario técnico del Barcelona, el impacto que tuvo el húngaro en el futbol español.

Kubala trajo consigo un compromiso casi artístico con el deporte. Era capaz de conducir el balón sin mirarlo, y era un maestro de los tiros con efecto, que eran poco comunes entonces. Además, gracias a su afición juvenil por el boxeo tenía la técnica y el físico para defender la posesión de la pelota de un modo nunca antes visto.

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Uno de sus gestos característicos era la “paradinha” una breve pausa antes de patear un penalti para engañar al portero rival.

El talento de Ladislao (como se hispanizó su nombre) no solamente regaló placer estético a los seguidores blaugranas; también puso trofeos en las vitrinas del equipo: cuatro ligas y cinco Copas de España.

El 1952 fue el año emblemático de ese Barcelona que pasó a la historia como el equipo de las cinco copas, porque en esos 12 meses arrasaron con Copa, Liga, la Copa Latina, la Copa Eva Duarte y la Copa Martini Rossi.

El futbol brillante que tenía su punto focal en Kubala hizo que la cantidad de socios del Barcelona se duplicara entre 1950 y 1961 (de 26 mil 300 a 52 mil 791), de tal manera que el cambio de estadio no era sólo natural, sino necesario. En 1957 el equipo dejó el estadio de Les Corts, que tenía un aforo de 48 mil espectadores e inauguró el Camp Nou, con casi el doble de la capacidad.

Los últimos capítulos de la historia entre Kubala y el Barcelona no fueron precisamente exaltantes. En 1963, con su talento en declive, Kubala dejó el Barcelona para pasar al RCD Espanyol (donde coincidiría con Di Stéfano), una decisión que los aficionados culés tomaron como una traición. Hubo reconciliación entre las partes, y el ídolo húngaro estuvo al frente del equipo en un par de ocasiones como entrenador, pero sin lograr implantar el futbol destellante que enarboló como jugador.

Si bien la última etapa del futbolista con el Barç a distó de ser legendaria, su talento dejó una evidencia monumental. El Camp Nou, con una capacidad de 99 mil 354 espectadores es el estadio con mayor capacidad de Europa, un inmueble a la medida del genio de Kubala.

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