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La violencia entre aficionados al futbol, o “la enfermedad inglesa”

Por: Raúl Romero

La violencia entre aficionados al futbol, o “la enfermedad inglesa”

La violencia entre aficionados al futbol, o “la enfermedad inglesa”

La agresión entre aficionados de Tigres y Monterrey que manchó el Clásico regiomontano del fin de semana pasado trae a la memoria el caso de los “hooligans” ingleses, el ejemplo histórico más célebre de violencia entre seguidores del futbol.

El desarrollo de ese fenómeno demuestra que una vez iniciada, la violencia entre aficiones tiende a mutar para evadir los intentos de sofocarla, aunque si esos tentativos son serios y decididos, pueden representar un estímulo para lograr cambios positivos.

Entre los últimos años de la década de los sesenta y mediados de los ochenta, la violencia entre seguidores de equipos de futbol era tan característica del futbol de Inglaterra que se conocía como “la enfermedad inglesa”.

Los orígenes del “hooliganismo” se remontan a la organización del Mundial de 1966 en Inglaterra. La justa, en la que los anfitriones se coronaron campeones, hizo que muchos jóvenes se interesaran por el futbol, que además comenzó a ser difundido masivamente gracias a la televisión.

Pronto, los jóvenes seguidores comenzaron a reunirse dentro de los estadios, desarrollando una versión más obscena y violenta de la tradicional afición al futbol.

La represión del “hooliganismo” se volvió una obsesión del Gobierno de Margaret Thatcher, que lo definió como una cuestión de “ley y orden”, pero de nuevo, la reacción a la violencia tuvo un efecto paradójico.

Hacia finales de los sesenta, esos seguidores violentos adoptaron la identidad de los “skinheads”, con pelo muy corto, o rapados, ropa que imitaba la vestimenta de la clase trabajadora, y un comportamiento abiertamente violento.

La primera estrategia para contener a los “hooligans” fue la segregación. La separación del resto del público tuvo el efecto indeseado de intensificar el sentimiento de comunidad entre los seguidores violentos, fortaleciéndolos psicológicamente.

El mayor control policial hizo que pronto los encontronazos entre aficionados ocurrieran en zonas alejadas del estadio. A cada innovación en los esfuerzos de contención, los “hooligans” respondieron con nuevas estrategias de evasión.

La violencia entre aficionados alcanzó el punto más alto en 1985, cuando una serie de tragedias obligaron al Gobierno inglés a tomar medidas drásticas para sofocar el fenómeno.

En marzo de 1985 un incidente entre el Milwall y el Lutton en el que 47 personas resultaron lesionadas marcó el regreso de la violencia al interior de los estadios, y el punto de no retorno llegó el 29 de mayo, con la tragedia del Estadio de Heysel, el inmueble de Bruselas en el que una avalancha de aficionados causó la muerte de 39 personas durante la Final de Copa de Europa entre el Liverpool y la Juventus.

Como consecuencia de los hechos de Heysel, a los equipos ingleses les fue prohibido participar en competiciones europeas entre 1985 y 1991.
La represión del “hooliganismo” se volvió una obsesión del Gobierno de Margaret Thatcher, que lo definió como una cuestión de “ley y orden”, pero de nuevo, la reacción a la violencia tuvo un efecto paradójico. Los rígidos límites estructurales en el interior de los estadios causaron otra tragedia, la de Hillsborough en 1989.

Después de Hillsborough y el reporte que el juez Peter Taylor hizo sobre el incidente, las autoridades británicas combatieron el “hooliganismo” usando un enfoque basado en recabar inteligencia y en aplicar penas más severas a los culpables de incitar a la violencia. Además, se aumentó el comfort dentro de los estadios, favoreciendo un ambiente familiar.

Esa serie de medidas, además de la profunda impresión que causó el Mundial de 1990, fueron dos de los factores más importantes en el proceso que llevó a la creación de la Premier League en 1992, demostrando cómo un problema que es considerado una “enfermedad” puede ser una oportunidad, siempre y cuando se tomen las medidas adecuadas.

El fútbol inglés, debido a la tragedia de Heysel, estuvo vetado de competencias europeas por 6 años.
ARCHIVO / EL INFORMADOR

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