Sábado, 30 de Noviembre 2024

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La verdadera transformación

Por: Guillermo Dellamary

La verdadera transformación

La verdadera transformación

Es hacer cambiar de forma a algo o a alguien. Es el paso de un estado a otro, como el obeso que adelgaza por medio de una dieta, o cuando se pasa de soltero a casado.

Sin embargo, en el empeño que nos hemos propuesto para llevar una nueva visión de educación, tan indispensable en nuestros tiempos, la transformación se basa en buscar una nueva solidaridad humana y planetaria, asumiendo nuestras responsabilidades. Para no sólo quedarnos en las aspiraciones esperanzadoras promovidas por las propuestas revolucionarias del siglo XX.

Siguiendo las reflexiones de E. Morin, comulgamos con la idea de rescatar nuestras “raíces en el seno de la identidad humana del ciudadano de la Tierra-Patria.”

Transformar es, según Morin: “Esperar una política al servicio del ser humano inseparable de una política de civilización que abriría la vía para civilizar la tierra como casa y jardín de la humanidad.”

Es una propuesta incluyente, que busca unir y aumentar la conciencia de responsabilidad y solidaridad humana, no un discurso unilateral y excluyente, como algunos lo propusieron con movimientos y revoluciones en el siglo pasado. Una propuesta que divide, no transforma, sino más bien incita el enfrentamiento y la imposición de un modelo basado en la ideología y el ejercicio del poder y no en un despertar de conciencia que incite una visión colectiva.

Un verdadero cambio de fondo incluye no sólo una propuesta colectiva, sino también un cambio personal, sugiriendo una “trasformación global” que acabe por motivar la de cada uno de nosotros.

Por ello la educación juega un papel crucial en toda transformación, y sin un cambio individual, no hay un cambio colectivo y viceversa.

La visión transformadora de las revoluciones de siglos anteriores era promovida por paladines y líderes, que al tener una mayor conciencia de cambio, se levantaban en armas o promovían la Paz y la justicia social desde diversos escenarios y con multitud de inteligentes propuestas.

Pero puesta la mirada en el siglo XXI, no podemos ya concebir que sean unos cuantos los que tomen liderazgo, sin que la masa esté de acuerdo en la inminente modificación de nuestra manera de vivir y relacionarnos.

De aquí que Morin propone: “Una de las condiciones fundamentales para una evolución positiva sería que las fuerzas emancipadoras inherentes a la ciencia y a la técnica pudieran superar las fuerzas de muerte y esclavitud.”

Lo que implica una civilización de la libertad, de conciencia de vida, de salvaguarda del planeta, de mayor equilibrio social en la solidaridad y sensibilidad por los demás. De ninguna manera se queda en los ideales políticos de un grupo en el poder, es la genuina inducción a transmutar la conciencia individual y colectiva a vivir, de manera auténtica, los valores que nos conducen a una mayor cultura y civilidad, y eso se logra más con educación.

Una visión así se logra unificando una conciencia colectiva; sumando, no restando, agregando hechos que demuestren solidaridad y no creando estériles confrontaciones que generen más conflicto y desdén, no promoviendo lo que deseamos dejar atrás: la cultura de la violencia, el terror, la crueldad y la displicencia.

No hay una verdadera transformación si no va incluida la tuya y la mía. 

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