La guerra por la vacuna muestra una vez más el fracaso de todas las iniciativas tendientes a generar una comunidad de naciones cooperativa, abierta y positiva. Desvanecida esta ilusión lo que se revela es el rostro permanente de los egoísmos nacionales y la soberbia de las potencias mundiales.En el escenario emergen las nuevas alianzas, los liderazgos desempolvados de los últimos doscientos años, esos que provocaron en su momento dos guerras mundiales y una enorme devastación humana. La gloriosa aldea global se deshace en tribus ambiciosas, en pandillas de elite, donde apenas se salvan China y algunas otras naciones fuertes del sudeste asiático. El resto sigue siendo imperialista, ventajoso, y prepotente.La Organización de las Naciones Unidas que rara vez ha tenido éxito en la prevención de conflictos militares, permanece anclada en el puerto de Nueva York, y eso en cierto modo lo dice todo. Ni más ni menos un retrato de familia, donde las cinco potencias mundiales se sientan blandiendo su derecho al veto, rodeados de todos los demás países, cuyos representantes desarrollan una trama simple, o protestan o aplauden, sin que eso tenga mayor significado.Por lo tanto, las tribus humanas siguen sometidas a la ley del más fuerte, sólo que el más fuerte ya no es un personaje salido de las cavernas con enorme mazo en la mano, sino gente vestida con finos trajes perfumados blandiendo sanciones económicas, misiles de última generación, o botones rojos de alcance nuclear.La pandemia los puso a todos en pavoroso ridículo no porque debieran tener en la mano la fórmula mágica que resolviera el problema, sino porque lo pretendían con base a su soberbia histórica. No fue así, ningún gobierno podía estar a la altura de lo inesperado, aunque fuera previsible, no quedó otro remedio que la carrera por la vacuna, como antier era la carrera por la conquista del espacio. Y si aquella épica competencia no se detuvo en ningún tipo de consideraciones y los países implicados se valieron de lo que fuera para ganar, así también lo hacen ahora, es la práctica usual.Rusia parece de momento tener la delantera, y ha de ser cierto si miramos la ola de críticas resentidas que ha desatado, de descalificaciones por parte de aquellos que no tienen ninguna garantía moral para hacerlo. Naturalmente tampoco les importa generar tan tremenda confusión en la opinión pública, por el contrario, confundir a la gente ha sido uno de los recursos más empleados en este tipo de guerras.Al margen de los memes, los sesudos artículos científicos, las malévolas insinuaciones, lo cierto es que el debate no es sobre ideas, sino sobre hechos, por lo tanto, la vacuna legítima será la que dé resultados, independientemente de sus pasaportes.Finalmente debemos recordar que ninguna vacuna es cien por ciento efectiva, lo muestra nuestro largo historial en este campo; por otra parte, el desarrollo de la ciencia ha sido siempre con base al ensayo y al error, y no tendría por qué ser de otro modo ahora si no intervinieran esos líderes peleoneros occidentales, tan decididos a comenzar una tercera guerra mundial si así conviene a sus intereses.armando.gon@univa.mx