Por el alto costo político que les representaba, los diputados y diputadas de la actual Legislatura LXI (los que están ahora pero también los que pidieron licencia y ya andan en intercampañas para salir en dos semanas a pedirle nuevamente su voto), no pudieron ratificar en 2016 a Alonso Godoy Pelayo ocho años más en la Auditoría Superior del Estado de Jalisco (ASEJ).Aquella decisión la tomaron con todo el dolor de su corazón porque significaba empezar a perder al que fue el más celoso guardián del manto de impunidad que por siempre ha disfrutado nuestra clase política y gubernamental, así como los poderes fácticos a los que responden.Pero lo que sí le cumplieron en reciprocidad a la fiscalización a modo que siempre les dispensó, fue la auditoría light que le prometieron en corto, pero que anunciaron al público con bombo y platillo a fines de 2015, cuando en los inicios de la actual Legislatura con mayoría naranja, anunciaron que harían una revisión a la ASEJ como muestra de su independencia a quien una y otra vez había ignorado y sometido al Congreso.Esa auditoría que realizó la Comisión de Vigilancia, no incluyó ninguno de los grandes escándalos que por años envolvieron al titular de la ASEJ y que minaron hasta su agotamiento la credibilidad del máximo órgano fiscalizador de la entidad. La revisión se limitó a las operaciones de 2016, el último año de gestión de Godoy Pelayo. Le observaron 89 millones de pesos, pero ayer anunciaron que el ex auditor había solventado todas y cada una de esas observaciones y que todo en la ASEJ ese año, estuvo impoluto y rechinando de limpio.Fue, sin duda, la última ofrenda legislativa al que los cuidó desde la ASEJ más de una década. Ya le habían regalado otra muestra de consideración especial antes de su partida. Fue cuando a fines de 2016, incumplieron y reventaron la convocatoria para elegir a su sucesor. Dejaron colgados a tres aspirantes que habían cumplido con todos los requisitos, para dejar todo 2017 a su incondicional Teresa Arellano.La pregunta ahora es si podemos tener una nueva Auditoría fuerte y creíble, con un borrón y cuenta nueva, que sepulte lo que sucedió en esa institución que fue clave por años, junto con el Congreso, en la trama de corrupción que persiste en el Estado.Habrá que ver que aparece en los documentos de entrega recepción que Teresa Arellano le presentó al nuevo auditor que impulsó la sociedad civil, Jorge Ortiz. Pero sobre todo ver lo que contiene la documentación que Godoy Pelayo le entregó a su vez a su sucesora por un año. Ahí debe haber muchos asuntos que la última ofrenda legislativa no incluyó.jbarrera4r@gmail.com