Tras el golpe de Estado de Napoleón III en 1851, Víctor Hugo (1802-1885) se exiló a partir de 1852, primero a Bélgica y luego a la isla de Jersey pero, por burlarse de la visita que hizo un día la reina Victoria, lo corrieron y tuvo que irse a la de Guernsey, otra de las islas de la Mancha. Su destierro duró dieciocho años y escribió nada menos que Los miserables (1862).“La lluvia, el viento y el ruido del exterior los tenían medio aturdidos en la casa, por eso, padre e hijo salieron a la terraza. Había empezado el invierno y el destierro:-¿Qué piensas de este exilio, padre?-Que será largo.-¿Qué vas a hacer mientras dure?-Miraré al océano.Y, después de un silencio, le replicó:-¿Y tú?-¿Yo? -dijo su hijo-, voy a traducir a Shakespeare.”Nos enteramos de esto en A propósito de Shakespeare. El genio y la misión del arte de Víctor Hugo (Desván de Hanta, España, 2016), libro dedicado a Inglaterra “... tierra ilustre y libre que la admiro y, como asilo, la amo.” V.H., Hauteville-House, 1864.“La corta vista de los tiranos es equívoca -escribió Victor Hugo en El exilio (UNAM, 2014). Una emboscada triunfante les produce el efecto de una victoria llena de ceniza; el criminal cree que su crimen es su cómplice: error, su crimen es su verdugo.”Se dice fácil, pero, dieciocho años en el exilio implica tener la suficiente paciencia para poder sobrepasar las penurias que, en el caso de Hugo fueron muchas, tantas, que nos hacen pensar en lo que dijo Hermione, la esposa de Leontes en El cuento de invierno de Shakespeare, años después que su marido había enloquecido de celos comportándose como tirano: “Con todo, si los poderes divinos observan nuestras acciones humanas (que sin duda lo hacen), no dudaré entonces que la honradez haga que se sonroje la calumnia, y que la tiranía tiemble frente a la paciencia.”Para Victor Hugo la tiranía tembló después de dieciocho años; para Hermione, dieciséis y, para Mandela, veintisiete años en la prisión, así como para otros exilados famosos, para lo que les quedaba de vida: Ovidio, Dante, Freud, Thomas Mann, Solzhenitsin, Ortega y Gasset, como tantos españoles en México, entre otros.En el destierro Victor Hugo soñaba su utopía: que la mujer menor, se convierta en mayor y que pueda realizar el sufragio universal; que el matrimonio quedara liberado por el divorcio; que la igualdad se diera gracias a la educación; que se instalara la República de Europa (primera señal para la actual Unión Europea); que los niños tengan derechos frente a los padres y que la madre de familia no sea ni sometida, ni la empleada doméstica de su marido.Durante su exilio lo hostigaron, lo visitaban personas disfrazadas de curas o de maestros: espías que lo difamaban, pagados por el tirano francés; lo calumniaban y acosaban en medio de su pobreza: los editores se aprovecharon de su destierro y se quedaban con sus derechos de autor de Cromwell (1827); Hernani (1839); Las leyendas de los siglos (1859); Han de Islandia (1823), El último día de un condenado a muerte (1829) y Nuestra Señora de París (1831),Durante el exilio enfrentó la muerte de su esposa, la huida de su hija tras un canadiense, antes de enloquecer en aquel país; ninguno de sus hijos lo sobrevivió y cuando regresó solo y su alma en 1870 a París, la ciudad inolvidable, imborrable, aún en los peores momentos: “para el hombre abismado en la sombra que pasa sus noches en contemplación delante de la serenidad eterna y que tiene en el alma el estupor profundo de las estrellas, no podía salir de ella aunque lo intentara. París es respirable.”¡Qué fuerza fue aquella de no ser nada! No tener nada más que a sí mismo, no tener nada más consigo... soñó, pensó, sufrió y respiró el vasto aire de las soledad.(malba99@yahoo.com)