En una capacitación sobre violencia, una amiga a la que invité a participar empezó a llorar. Mientras explicaban que había distintas formas de ejercerla, que las víctimas no sólo eran aquellas a las que golpeaban u ocasionaban daños físicos, no pudo contener las lágrimas.La expresión de su rostro cambió. En segundos pasó del asombro a la tristeza, como si acabara de recibir una noticia dolorosa. Era como si estuvieran hablando de ella en cada ejemplo que daban de lo que era la violencia económica, emocional y psicológica.“Tengo años viviendo violencia, y no me había dado cuenta… o no quería verlo. Lo que hace mi marido es violencia”, me dijo en apenas un murmullo, como si hablara para sí misma. Yo lo sabía. Yo lo había visto. No había golpes, pero había muchas otras cosas más.En México, 4 de cada 10 mujeres mayores de 15 años han sufrido violencia por parte de su pareja actual o última a lo largo de su relación, según datos del Inegi. Todos y todas conocemos a alguien que es o ha sido una de esas cuatro mujeres.La intimidación y el miedo a “hacerlo enojar”; el total control financiero de los gastos en casa y las amenazas de dejarla en la calle; los insultos y el sometimiento… es algo que muchas han estado padeciendo desde hace años, como parte de la cotidianeidad. Uno de los grandes problemas es ese, cómo se “normaliza”, se vuelve algo del día a día, y muchas veces termina aceptándose, tolerándose, padeciéndose.Hoy cada vez hay más nombres para describir eso que pasa en miles de hogares y relaciones de pareja. “Gaslighting” es como también se le conoce al abuso emocional que se caracteriza por manipular a la víctima, para hacerle dudar de su percepción de las cosas. Ese tipo de violencia se presenta de manera más sutil, no sólo en una relación amorosa o de pareja, también en amistades, en el trabajo o dentro de la propia familia.La manipulación que se ejerce genera confusión en la víctima, inseguridad, ansiedad y depresión… El término “gaslighting” o “luz de gas” se tomó una película de 1944, con ese mismo nombre, que trata de un hombre que le hace creer a su pareja que está loca para poder quedarse él con la casa.Este tipo de violencia es mucho más común de lo que pudiera creerse. En una discusión de pareja, por ejemplo, donde las respuestas más comunes son frases como “Ya enloqueciste, estás loca”, “Estás exagerando todo”, “Deja de imaginarte cosas”, “Fue tu culpa”… y la víctima termina por someterse al manipulador.Sin importar el estrato o condición social, el noviazgo es una etapa desde donde puede vislumbrarse si la pareja es violenta. Siempre hay señales: están en las respuestas agresivas, en las reacciones violentas ante ciertos estímulos, en el carácter explosivo, en lo que hace. Las señales están ahí y necesitamos aprender a reconocerlas y no permitirnos entrar en ese tipo de relaciones, porque la violencia no debe ser ni podemos permitir que sea algo “normal”.