Bastaría con dar un breve vistazo a los gobernantes de México, y del mundo de los últimos siglos, para darnos cuenta de que la soberbia en los hombres -y mujeres- del poder ha terminado con culturas completas y exterminado innumerables seres humanos inocentes, incluso en mayor número que las más terribles pandemias y guerras conocidas y registradas en los anales de la historia universal. Situación que tiene a los mexicanos, y a los jaliscienses en particular, “con el alma en un hilo”, por la confrontación entre quienes encabezan los actuales gobiernos.Sin importar siquiera el régimen o cultura de que se trate, las sociedades siempre han claudicado, e incluso han llegado a extinguirse, como resultado de la necedad -esa de la cual aún hoy presumen públicamente nuestros gobernantes-, pues en el fondo de ella se encuentran sus ansias insanas de poder y de amasar fortuna. Ambición que hoy tiene a un México profundamente dividido, con serios riesgos de enfrentamiento (más allá de las palabras y los discursos pre electorales), y a la sociedad jalisciense desconcertada, ante sucesos indeseables, a los cuales no queremos acostumbrarnos.Es verdad que la búsqueda por trascender pareciera ser una de las motivaciones más fuertes e importantes para que el ser humano se sienta feliz y realizado, lo cual me parece que no es reprobable, pero con lo que no quiero estar de acuerdo, es con el ya famoso “cueste lo que cueste”, con el que grandes y pequeños personajes pretenden alcanzar esa felicidad.Escribir un libro, realizar una acción social -del carácter que sea- o acuñar una “simple frase” han brindado la oportunidad de trascender como grandes a un importante número de personas en diferentes épocas. Incluso las han convertido en famosas y hasta adineradas, pero sin necesidad de hacer daño a nadie.La expectativa que se vive en Jalisco ya era desconsoladora por las enormes pérdidas sociales que se están teniendo que sortear: desempleo, aumento de precios en alimentos y artículos de necesidad básica, aumento en el costo del pasaje -con un servicio de dudosa calidad-, pésimos servicios públicos, compras a sobre precio y sin licitar, abuso en la contratación de créditos por parte del Estado, la cooptación a base de “billetazos” de un buen número de vividores de la política -léase diputados, regidores, líderes sociales-, entre otras cosas. Pero el hecho de que en las nuevas generaciones se esté incubando un odio en contra de los gobernantes y sus actos deshonestos, o por lo menos ineficientes e ineficaces, es algo que el día de mañana no podremos revertir si no fortalecemos los buenos hábitos y la recuperación de valores.APUNTESi los gobernantes no corrigen el camino, el pueblo los echara, con todo lo que esto pudiera llegar a implicar -para todos-.