A partir del martes pasado, en uno de los barrios más populares de Moscú, donde se encuentra la plaza Fidel Castro -inaugurada el 25 de noviembre de 2017, un año después de la muerte del líder cubano- se develó una estatua de bronce -con matices en verde-, donde se observa al revolucionario con su tradicional chaqueta abierta, cartuchera, boina y botas de campaña. A la ceremonia -flanqueados por guardias militares rusos- asistieron los mandatarios Vladimir Putin de Rusia y Miguel Díaz-Canel de Cuba.En el discurso, Díaz-Canel alabó la invasión rusa e intento de anexión de varias provincias de Ucrania, aprovechando la oportunidad para acusar y responsabilizar a Estados Unidos de provocar la guerra por aceptar más países dentro de la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN). “Denunciamos las sanciones contra Rusia y las fuentes del conflicto actual, para que no haya equivocaciones, para que no se responsabilicen a Rusia”. Ante los ojos del mundo y las circunstancias, es imposible no culpar a Moscú de la tragedia que se vive en Ucrania por la invasión. Los hechos demuestran que no fue del continente americano de donde proviene la provocación, sino desde el Kremlin por el capricho de Putin de regresar a su órbita un país que desde el 1 de diciembre de 1991 -mediante un referendo- decidió su independencia. Y no se puede dejar de criticar la agresión rusa a la población civil ucraniana y de la destrucción sistemática de la infraestructura urbana, dejando a su paso una estela de muertos.Bueno, pues ese hombre que en Moscú defiende a Rusia y acusa a Estados Unidos, es el ‘estadista’ que se ha significado por ser el mandatario que más ha visitado México durante la actual administración de Andrés Manuel López Obrador. Primero fue en el 2018 cuando vino a la toma de posesión de AMLO, la segunda de carácter oficial en el 2019 y la tercera como invitado especial a los festejos de Independencia el año pasado.Fue precisamente en esa última visita -durante el discurso del 16 de septiembre- cuando Díaz-Canel involucró a López Obrador y a México, martirizandose al decir, “Estamos enfrentando, paralelamente, una agresiva campaña de odio, desinformación, manipulación y mentiras, montada sobre las más diversas e influyentes plataformas digitales, que desconocen todos los límites éticos”, y quejándose del bloqueo -a los cubanos- de que son objeto por parte del imperialismo.Ocho meses después -en mayo- durante la visita de AMLO a Cuba, nuestro presidente defendió al régimen cubano y su ideología: “Yo nunca he apostado, no apuesto, ni apostaré al fracaso de la revolución cubana, a su legado de justicia y a sus lecciones de independencia y dignidad. Yo nunca voy a participar con golpistas que conspiran contra los ideales de igualdad y fraternidad. Es asunto de poder, prefiero seguir manteniendo la esperanza de que la revolución renazca en la revolución y que la revolución sea capaz de renovarse”.Al margen de ideologías, la estrecha relación con Díaz-Canel y las posturas que se asumen ante el régimen cubano por parte de López Obrador -Cuba es de los muy contados países que AMLO ha visitado-, no es la mejor opción ni nuestra mejor carta de recomendación con quien dependemos comercialmente, que son nuestros vecinos y de donde provienen remesas que ya superan los 60 mil millones de dólares anuales, que son el principal ingreso del país.¿Usted, qué opina? Daniel Rodríguez daniel.rodriguez@dbhub.net