De todas las declaraciones mañaneras de nuestro presidente, ninguna tan extraña y hasta cierto punto risible como la de que quienes hicieron los desmanes en la marcha en recuerdo de la desapariciones de los 43 jóvenes de Ayotzinapa seguro eran conservadores, porque los anarquistas tienen ideales. Lo que el presidente quiso decir es que los anarquistas, normalmente cercanos a la izquierda, le caen bien, así que los violentos de seguro fueron los otros, ese otro totalizado y globalizador que él llama conservadores.López Obrador ha construido un discurso facilista en el que solo hay dos bandos: los que están con él y los conservadores, ese otro amorfo que nada tiene que ver con ideologías, sino simple y sencillamente con la oposición a su proyecto de gobierno. El concepto conservador en López Obrador nada tiene que ver con lo que la ciencia política define para esta ideología política. No es un asunto de moral ni de derechas, sino de estar del lado incorrecto de la historia. En el catecismo nacional los conservadores son presentados como los vende patrias, los que combatieron a Juárez, los que rechazaban la modernización, los moralmente derrotados: ninguno de ellos mereció siquiera el nombre de una calle. Así, conservador no es otra cosa que estar en una posición distinta a la del destino manifiesto de la patria lopezobradorista.El discurso funciona en tanto ese otro conservador no se salga del esquema. El problema comienza cuando aparecen grupos de izquierda que no están de acuerdo con el gobierno que se dice de izquierda y que supuestamente combate el conservadurismo. Dicho en otras palabras: está muy claro qué es el conservadurismo para el presidente, lo que no está claro es cómo y en qué medida su administración es de izquierda. Un gobierno que en materia económica no hace una reforma fiscal, plantea una gran disciplina del gasto público y apuesta por el libre comercio difícilmente califica como de izquierda. Contrario a lo que se espera de un presidente de izquierda, en materia migratoria y en su relación con Estados Unidos éste ha sido el gobierno más sumiso en décadas. Tampoco es un gobierno cuya noción de izquierda esté en la agenda la ampliación de libertades (matrimonio igualitario, interrupción del embarazo, legalización de drogas). Por el contrario, es profundamente moralista y un incansable promotor de las iglesias, al grado de abrirles las concesiones de radio y televisión. Ser de izquierda en López Obrador se constriñe estrictamente a una loable batalla por mejorar la distribución de la riqueza en el país.En este escenario, es previsible que el gobierno de López Obrador encontrará cada vez más oposición y decepción de las izquierdas que, paradójicamente, se enfrentarán con el gobierno en una absurda batalla por ver quién es el conservador. Esta semana, en las marchas por el 2 de octubre, veremos otro capítulo más de esta batalla.(diego.petersen@informador.com.mx)