Lunes, 30 de Septiembre 2024

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La obligación de soñar

Por: Eugenio Ruiz Orozco

La obligación de soñar

La obligación de soñar

Habiendo disfrutado por muchos años de una normalidad ciertamente cómoda, sobre todo las clases medias, pensamos que nada de lo que venga alterará nuestra forma de vida. Falso. Hace muchos años, se sembraba el cordón umbilical del recién nacido para afirmar su pertenencia y permanencia en una tierra considerada como propia. Hoy, no es así. Las juventudes, con apegos más frágiles y una visión de la realidad diferente a las generaciones precedentes, piensan en liar sus pocas cosas y emigrar. ¿A dónde? No importa, cualquier lugar es bueno. Independientemente de su clase y condición social, los jóvenes son ciudadanos del mundo, están preparados y no tienen prejuicios que les imposibiliten transterrarse, más aún cuando la violencia se ha apropiado de nuestras calles.

Muchos mexicanos están esperanzados en que nuestros vecinos vengan a reestablecer la paz perdida. Tal vez nuestras cosmogonías, soportadas en una visión mítica de la vida, nos conducen a confiar en el milagro. Suponemos que, ya que Dios así quiere que sean las cosas, nosotros nos arrodillaremos, consecuentes y omisos, ante la fatalidad. No somos una raza de guerreros. El sincretismo cultural nos hace permisivos, tolerantes y resignados. Las próximas semanas serán muy importantes. Debemos actuar con serenidad y prudencia. Un nuevo Maximato sentará sus reales y, para garantizar que así sea, el hijo del prócer ha sido ungido cuasi líder del partido de su papá.

En unos días iniciará un nuevo capítulo de nuestra historia. Un paso a la vez, los fantasmas se irán apropiando de nuestra realidad. Mañana, la señora Sheinbaum recibirá la banda presidencial, pero no el poder. Tendremos una demostración del nuevo equipo militar con el que ha sido dotado el Ejército. El Gobierno mostrará su capacidad de movilización y los nuevos funcionarios asumirán sus nuevas responsabilidades o, quienes fueron ratificados, continuarán en su desempeño.

Todo cambia para que siga igual. Abrazos y no balazos: “Tendremos paz cuando los delincuentes lo decidan”, pagando el precio de las omisiones de una autoridad reacia a proteger a los buenos. Mientras, los delincuentes, dueños y señores del país, transitan por la geografía nacional con absoluta impunidad. Lo que sigue es ya inevitable, salvo nuestra obligación de soñar y luchar por hacer de nuestro país un mundo mejor; de ahí, lo valioso de mantenerse en las calles, respetando el orden para evitar la represión. Resulta paradójico que contra la delincuencia no intervienen las fuerzas del orden, en cambio, sí lo hacen para “contener” las manifestaciones públicas de los ciudadanos.

A lo largo de nuestra historia han sucedido toda clase de eventualidades y aquí seguimos. México habrá de superar los ominosos presagios. La realidad está hecha de sueños. Soñemos en que somos un pueblo ilustrado, trabajador, preocupado por cuidar los valores en los que se soporta nuestra convivencia. Hagámonos el propósito de leer, cuando menos un par de libros al año. No dejemos de disfrutar la vida. Aprovechemos el tiempo libre para platicar sobre los temas que nos ocupan y, además, hagámoslo sin descalificaciones, en un ejercicio de libertad responsable.

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