Entre las primeras impresiones que genera la “nueva” guerra en Medio Oriente está el aturdimiento. El tsunami informativo invade en un instante las redes sociales y los noticiarios, y la historia de un conflicto territorial que se gestó desde hace más de un siglo se resume en un puñado de imágenes atroces de civiles -mujeres y niños- sometidos brutalmente por milicianos. Cuesta trabajo hacerse de una opinión informada porque la ansiedad por la inmediatez, los muertos, las condenas del Primer Ministro israelí, las amenazas de Hamás, ahogan la perspectiva y la toma de distancia para entender la historia que desembocó en el conflicto recrudecido que viven hoy en Israel. Guardando las proporciones, se parece mucho a querer entender las desapariciones y asesinatos en México a partir de un solo episodio sin tomar en cuenta la historia y evolución del narcotráfico en los últimos cuarenta años. En su ensayo “La crisis de la narración”, el filósofo Byung-Chul Han plantea que en la época actual la información y la narración son dos fuerzas opuestas. Explica cómo perdimos la capacidad de narrar para explicar fenómenos complejos y darle significado a las experiencias colectivas. En la era digital todo se trata de instantes en donde la marea de informaciones, sin orden ni orquesta, sólo genera desorientación y falta de sentido con su incesante apetito de novedad. La información genera community, explica Byung-Chul Han, convierte al individuo en un consumidor (en este caso de información), mientras que la narración crea comunidad y dota de sentido y profundidad a los eventos colectivos. Por eso, para entender esta guerra antes habría que buscar las narraciones de su historia. Y esa historia comienza con la persecución y exterminación de judíos en Rusia en el siglo XIX y comienzos del XX. Y continúa con el Holocausto en donde asesinaron a más de seis millones de judíos. En ese contexto surgió el movimiento sionista que consideraba que la única manera de combatir el antisemitismo era con la conformación de un Estado judío. Este ideal sionista se hizo realidad después del Holocausto en donde los nazis asesinaron a más de seis millones de judíos. En 1947 la ONU votó la resolución que dio origen al Estado de Israel. Esto implicó dividir el territorio de Palestina: el 56 por ciento se entregó a los judíos par su nueva nación y el 43 por ciento a los árabes a pesar de que en ese momento había alrededor de 650 mil judíos y 600 mil árabes. Con el paso de los años, una vez conformadas sus fronteras, Israel ha ido desplazando a los árabes y ha llegado a abarcar cada vez más territorio palestino. Así comenzó esta historia compleja que necesitamos contar mejor para entenderla y dotarla de significado más allá de la intempestiva ola mediática del día a día. P.D. Los datos de este texto los obtuve de un librito, “El conflicto palestino-israelí. 100 preguntas y respuestas”, del escritor e internacionalista Pedro Brieger, disponible en línea. jonathan.lomeli@informador.com.mx