En el afán de defender la infalibilidad de su régimen no hay semana en que el Presidente López Obrador no compre un nuevo pleito con sectores sobre todo de la clase media.Recientemente fue la comunidad judía, al lanzarse con todo contra Carlos Alazraki, y también con los jesuitas y la Compañía de Jesús al minimizar la importancia del asesinato de dos misioneros en la Sierra Tarahumara a manos de un sicario pero en un territorio dominado por el crimen organizado.Este último desencuentro le llevó también a descalificar a la Iglesia en general, lo que caló fuerte en una de las comunidades religiosas más importantes del país.Utiliza para sus pleitos la famosa tribuna de su mañanera donde se puede dar el lujo de demeritar e incluso burlarse de sus adversarios sin dar oportunidad a la más mínima réplica.El descontento contra su régimen crece día a día en la clase media que paralelamente siente mayor impotencia ante los embates desenfrenados del hombre de Palacio Nacional.Y la impotencia de la clase media tiene que ver con el hecho de que no hay forma de pensar en una oposición que le haga frente a López Obrador.Nuestro sistema de partidos se ha encargado de cerrar la puerta a auténticas figuras de la sociedad civil y los propios partidos se autodescalifican día a día con sus ataque internos lo que golpea su ya de por si deteriorada imagen producto de años de haber estado en el poder y no sólo no haber hecho bien las cosas sino de haber acompañado sus gobiernos con altas cuotas de corrupción en perjuicio de la población en general.Hay algunos personajes opositores que con buenas intenciones buscan sobresalir para en un futuro ser quienes encabecen precisamente una oposición contra Morena y la gente de López Obrador, pero al tener que hacerlo dentro del propio régimen de partidos ya nacen desacreditados.No hay gallos para dar pelea al régimen actual.Ya hemos insistido que apoyados en los más amplios sectores de la población los integrantes del partido Morena cabalgan en caballo de hacienda rumbo a la elección del 2024.Ni la guerra intestina que habrá de librarse al interior del partido por las candidaturas y los privilegios habrá de lastimar la imagen del partido entre los grandes votantes, los que menos tienen en este país y que se sienten agraviados por lo hecho en el pasado por los partidos.En este contexto sólo resta esperar que quien quede dentro del partido oficial y encabece seguramente la próxima presidencia sea alguien un poco menos visceral que López Obrador y llegue con un ánimo más reconciliador. Pablo Latapíplatapi@hotmail.com