Desde luego no hablo de algún efecto que le provoque la cannabis a Andrés Manuel López Obrador, sino todo lo contrario.Me refiero a su abierta oposición al uso lúdico de la mariguana que expresó ayer el Presidente, en franca contradicción a lo que planteó a mediados de noviembre de 2018, cuando en su carácter de mandatario electo presentó el Plan Nacional de Paz y Seguridad.En esa ocasión, además de dejar claro que su apuesta central para buscar pacificar el País era la creación de la Guardia Nacional (que por cierto tuvo un triste debut el año pasado que pasará a la historia como en el que más homicidios se han cometido, desde luego compartiendo responsabilidad con corporaciones estatales y municipales) presentó otros ocho apartados como componentes de una estrategia integral, entre las que figuraba como quinto punto, evolucionar de una política prohibicionista, que sólo ha disparado la espiral de violencia y el poder corruptor y de fuego del narco, a la alternativa de regulación de la producción y consumo de las drogas, empezando por la mariguana y la amapola. Se hablaba de que optar por ese camino podría significar ahorros presupuestales e inclusive ingresos, con los que se financiarían políticas públicas preventivas para evitar las adicciones o dar una atención integral a los que las padecen.Ayer, López Obrador mutiló este planteamiento y se quedó sólo con esta última parte al ofrecer intensificar su campaña contra el consumo de drogas, ya que aseguró que el 60 por ciento de los asesinados el año pasado estaba bajo los influjos del alcohol, pero sobre todo de las drogas.Este viraje presidencial (que fue a la inversa de lo que ocurrió con el priista Enrique Peña, quien al prinicipio se oponía al consumo lúdico de la cannabis y luego de una consulta nacional envió una iniciativa a la Cámara de Diputados para que se permitiera que sus mismos diputados priistas no dejaron pasar para evitar una derrota electoral ya inevitable), no sólo cancela la posibilidad de explorar un camino distinto en el combate a las drogas y al narcotráfico que ha significado una batalla perdida siempre para el Estado Mexicano, sino que dejará en fuera de lugar y colgados de la brocha a los senadores de Morena que ya habían presentado una iniciativa para controlar la industria lúdica de estas plantas, en la Cámara alta donde estaba programado ayer iniciar la discusión por mandato de la Suprema Corte.Lo cierto es que el posicionamiento de AMLO en este tema no sorprende. Pese a que se ha considerado siempre un político de izquierda, desde que fue jefe de gobierno de la Ciudad de México siempre daba línea para que sus legisladores también defraudaran y traicionaran la agenda de ampliación de libertades, propia de los también llamados progresistas, como este asunto, el matrimonio igualitario y la interrupción del embarazo, entre otros. Habrá que ver si la bancada de Morena y sus aliados vuelven a postrarse a su caudillo. Por lo pronto el tema de la mota hizo aparecer como al conservador más radical a AMLO. Pésimo momento para que esto le pase, cuando ha insistido como nunca que los conservadores son los machistas disfrazados de feministas, pero que él está a favor de las mujeres porque es un hombre de izquierda. Son las contradicciones cada vez más comunes del líder de la 4T.jbarrera4r@gmail.com