Desde que el Congreso es Congreso, todo ha sido igual. No importa cuál sea la retórica de cambio, modernización y nuevos bríos que utilicen durante campañas, las y los aspirantes a una diputación siempre van a ser fichas en un tablero de ajedrez que responden a alguien que, literalmente, los mueve para beneficio de su jugada.Y en esta ocasión, el amo del tablero es el gobernador Enrique Alfaro.Fue gracias a él que la mayoría de posiciones otorgadas este viernes de madrugada por el autónomo (Jé) Poder Legislativo se entregaron a piezas naranja. Ana Paulina Camacho Mendoza, Enrique Flores Domínguez, Jorge Alfredo González y Wuendy Alhelí García García son posiciones negociadas desde la oficina más lujosa de Casa Jalisco para ocupar puntos estratégicos en el autónomo (Jé otra vez) Poder Judicial.Para nada es un secreto que, a quien te da el puesto, a ese te debes. Y esa no será la excepción para este regalazo de una década que se hizo desde el Poder Legislativo. Porque lo es: cada magistrada y magistrado nos va a costar, al menos en 10 años, nada más y nada menos que 14.1 millones de pesos: cifra que ni tú ni yo vamos a ganar en tres vidas laborales completas. Y eso sin contar que pueden tener 12 años en el puesto.Por supuesto, ellos argumentarán que ese no es su ingreso neto, sino bruto, aunque al final del día lo que puedan disponer sin impuestos los va a convertir en millonarios: 8.7 millones de pesos. Y, ni modo que mantener esas bondades sin contar aguinaldos, mes 13, día del servidor público, bono de belleza y premio a la hermosisimés les permita decir que NO cuando el de arriba les diga que SÍ.Aunado a ello, está lo que todos sabemos que ocurre en los entretelones del Judicial: la danza de los millones. Los pagos por acelerar resoluciones, por subir tu expediente unos peldaños en la lista de acumulados y, por supuesto, los maletines oscuros que pueden cambiar cualquier uso de suelo, de tal forma que el constructor genérico X pueda edificar un bello elefante departamental que nadie podrá costear.Y lo que ocurrió el viernes no es todo: aún hay una “función” más para el Tribunal de lo Administrativo del Estado, que también tiene la venia bendita del poderoso divino.Entonces, ¿hay perfiles buenos en la selección que hizo el Congreso? Sí y no. Por supuesto que en la lista original de “magistradeables” había personas de trayectoria intachable y otros que mejor debían quedarse bajo una piedra. Pero esto es Jalisco y el dedo más poderoso se ha impuesto como siempre para legar su permanencia en la vida pública, incluso cuando su periodo de Gobierno haya terminado.Por eso, hubo quienes lograron la magistratura aunque en sus calificaciones quedaron a deber o fueron de los peorcitos. No fue en todos los casos, pero, de nuevo, esto es Jalisco y para aspirar a una posición clave en la función pública obligadamente debes tener cobijo partidista. Qué le hace que esa posición sea en un poder autónomo.Sí: los emecistas se llevaron más de la mitad del pastel, pero el camaleónico “Chema” Martínez también movió sus piezas para lograr un alfil. Alfil que, por cierto, pone en el ojo público el claro repudio que hay entre éste y la corriente de Carlos Lomelí, pues la diputada María Padilla de plano abandonó la sesión y expuso el desaseo que hubo para esta “selección estratégica”.Las sobras del PRI, con el callo que han acumulado, alcanzaron su cuota. La sorpresa está en Hagamos, que desde la sombra de la chiquillada también mantuvo una posición privilegiada en el Judicial: Jorge Arturo García Valencia. ¿Y las prácticas novedosas? ¿Y la política arcaica que se iba a combatir? Luego. Primero lo primero: luchar por mantener los cotos de poder.Las calificaciones son otro tema. No llegaron los mejores, sino los cercanos. Y esa es la firma del Legislativo: Pase usted, amigo magistrado. Es cuanto y con su venia, que al final del día el sello del Congreso de Jalisco no puede estar más por los suelos. Y ante la andanada de críticas que hay Legislatura tras Legislatura, las y los diputados de plano declinaron por normalizar la repartición de puestos a los compas y, otra vez, aguantar el descrédito.Aunque al final, tú y yo seamos quienes pierdan.isaac.deloza@informador.com.mx