En los Estados Unidos se ha construido una falsa narrativa que plantea que hay una “verdadera invasión” provocada por el flujo de personas migrantes y algo muy parecido sucede en Europa, en donde en naciones como Italia y Francia se ha consolidado una corriente de opinión que considera a las personas que buscan un destino en otro país como una amenaza a la forma de vida de las comunidades a donde llegan. En naciones de desarrollo intermedio también se forman grupos para resistir a la llegada de venezolanos a Colombia o incluso para detener los cruces migratorios con motivo de guerras en África o incluso la resistencia a la migración provocada por la guerra en Ucrania.El tema migratorio se convierte en parte importante en las naciones democráticas generando sentimientos colectivos polarizantes. México no es ajeno a este hecho, y cada vez más, casi sin darnos cuenta, nos convertimos en una nación que recibe a más personas provenientes de muy diversas naciones, y aunque somos lo que se ha llamado un país de tránsito migratorio, porque la mayoría busca ir hacia los Estados Unidos, los flujos llegan a cientos de miles de personas anualmente. La migración formal e informal debe crecer de forma sostenida para bien. Lo decimos en positivo porque primero es vital que asumamos el tema como fundamental para los años por venir, y es necesario consolidar nuestra tradición hospitalaria y al mismo tiempo establecer mecanismos eficientes para identificar y proteger a los migrantes. Hace unos días se informó de la suspensión del fletamento de trenes por parte de una compañía importante en México, aduciendo el enorme riesgo que supone que los migrantes usen los trenes de carga como medio para transportarse. Fue sin duda una llamada de atención respecto a un hecho ante el que nos hemos mantenido casi de espaldas durante muchos años. También se informó de un creciente número de personas están siendo detenidas en la frontera norte en su intento por pasar al otro lado, como decían los abuelos y terminan acá de este lado. Y del uso político del hecho por parte de los sectores más conservadores en Texas, en donde han llegado a tomar medidas absurdas que han terminado en tragedias.De nuestra parte, las autoridades migratorias mexicanas siempre han cargado justificadamente con la imagen de ser una policía arbitraria que opera rebasada por la realidad. Y ahora esto es cada vez más evidente. Las medidas punitivas contra los migrantes son tan repugnantes como las que vemos del otro lado de la frontera Norte. Viendo los resultados, es claro que la migración no es un tema policial y que tampoco los procedimientos punitivos aportan para una solución inteligente. Proteger a las personas debe ser la prioridad de una política en la materia que tanta falta hace, cuando estamos continuamente apelando a la protección de los mexicanos en el exterior.Las imágenes de familias enteras en la parte superior de los trenes y los testimonios de los abusos de los que son víctimas cuando viajan por el territorio nacional, deben ser motivo de vergüenza. Las historias de horror se han repetido a lo largo de ya muchos años, y por todas partes, desde San Fernando en Tamaulipas hasta la colonia Pueblo Nuevo en Guadalajara, por no mencionar a los centros de detención tan tristemente célebres de Ciudad Juarez y de Tabasco entre muchos otros sitios.El Gobierno Federal tiene una deuda histórica con la población que ha padecido durante décadas por este hecho; la realidad ha alcanzado a la política y llegó la hora de poner el tema en la agenda de las acciones legislativas y presupuestales. Ojalá que los diputados y senadores tengan la grandeza de comprender la importancia de un tema que el ejecutivo ha tratado de lado. Un asunto que está también en la agenda internacional en nuestra relación con Estados Unidos y que se va a convertir en esencial en los años por venir. México es y será un país de migrantes: generamos más de 20 millones de historias de personas migrantes en busca de un mejor futuro y somos bastante injustos en el trato formal y de hecho que damos a unos cuantos miles que llegan a nuestro suelo con el mismo propósito. Reformar las leyes para enfocarlas a la protección y la asistencia, dotando de recursos a las instituciones debe ser uno de los primeros pasos. Hablar y debatir el tema es el mejor camino. La migración nos enriquece fortaleciendo a las comunidades y las personas involucradas. Haciéndola segura se convierte en una corriente positiva para todos.