En matemáticas a iguales factores sumados iguales resultados, en la sociedad no sucede así. Existen en el sudeste asiático dos naciones que comparten la misma historia, la misma geografía, la misma riqueza de tierras y aguas, la misma fe religiosa musulmana, más o menos la misma genética, y un similar pasado colonial, pero mientras que Malasia es una de las grandes potencias de la región, Indonesia permanece en el subdesarrollo; sus capitales, Kuala Lumpur y Yakarta no podrían ser más distintas y opuestas.Kuala Lumpur es una ciudad espléndida, moderna, vertical, dotada de magníficas comunicaciones, con un orden social admirable, limpieza en todos sus espacios, integración y solidaridad, disciplina, asertividad, honestidad y puntualidad. Yakarta es una ciudad caótica, horizontal, acechada por la basura, desigual, desordenada, con altos índices de pobreza y desbarajuste social, corrupción e impunidad. ¿En qué radica la diferencia, qué factor no se observa y produce un resultado tan desigual?Sin lugar a dudas, el sistema político, que es mucho más que un nombre, como podría ser monarquía o democracia. Malasia le ha apostado con veracidad y sobre todo con hechos, a la construcción de una sociedad democrática y disciplinada, apuesta que ha comenzado por el liderazgo de políticos visionarios, los cuales consolidaron un estado de derecho reconocido, avalado y asumido por toda la sociedad, porque el propio gobierno es el primero en hacerlo vida y observarlo.Yakarta ha pasado de una dictadura a otra bajo un caris democrático en el que nadie cree, procreando un sistema de políticos corruptos, amparados por la impunidad oficiosa del estado, aprovechando a sus anchas la riqueza proverbial de su territorio en beneficio propio, lo cual fortalece el sistema corrupto en el que se mueven porque sacan beneficio de él.El parecido con las realidades latinoamericanas salta a la vista. En nuestro país, al igual que en la lejana Yakarta, lo que impera es un sistema político construido por la clase gobernante no en beneficio del país, sino de la perpetuación de una estructura de poder que solamente aprovecha a los políticos. Tal vez sea esa la razón de que en la actual campaña electoral todos los candidatos hablen de resolver los problemas que tiene México, pero ninguno se comprometa a solucionar la causa de fondo de todos ellos, es decir, el sistema político mexicano, que debe ser reformado o sustituido como condición sin la cual no se podrá resolver ninguna de las graves condiciones que hoy vive la nación.Prometer abatir tal o cual situación, traer la prosperidad para todos, acabar con la corrupción y la impunidad, no son sino parches o remiendos que se quieren poner a una tela ya tan desecha que se vuelve incapaz de recibirlos. Lo que urge es cambiar de tela, es decir, cambiar el sistema que ha permitido todo cuanto hemos visto y vivido hasta el presente, algo que los candidatos no se atreven a prometer primero porque tal vez ni ellos advierten cual es el problema de fondo, y en segundo lugar porque si lo saben, no se atreverían a hacerlo pues en ello les va su propio futuro y el de los grupos de poder que los avalan. ¿Qué es entonces lo que debemos hacer como ciudadanos?DR