Mucho hemos dicho que el gran problema de la democracia mexicana es la falta de demócratas, esto es que la aceptamos todos como principio, pero son pocos los políticos que realmente creen en ella. Nadie puede ir por la vida en el siglo XXI hablando en contra de la democracia y tener éxito, el problema es que todos quieren atender sólo la parte de la democracia que les acomoda. Para unos, la democracia se reduce solo a lo electoral e ignoran lo que implica en términos de igualdad de derechos; para otros, lo relevante es la justicia social y eso justifica actitudes antidemocráticas. Lo cierto es que, por unas o por otras, la democracia ha venido perdiendo adeptos o si se prefiere esos que nuca fueron demócratas de verdad han ido saliendo del closet y se desnudan en las redes sociales con comentarios verdaderamente preocupantes por lo que dicen y por quién los dice.En la elección de Rosario Piedra Ibarra como la presidenta de la Comisión Nacional de los Derechos Humanos (CNDH) es momento que no queda claro porque se perdieron dos votos. Entre más explican los morenistas la operación, más bolas se hacen. Lejos de limpiar el proceso presentado evidencia sobre las boletas, haciendo el equivalente al voto por voto que ellos con razón exigieron en el 2006, han tomado una actitud de que la elección fue sancionada y no hay marcha atrás. No les importa tener una presidenta legítima en la CNDH, lo que les importa es imponer la voluntad presidencial, y eso viniendo del lopezobradorismo resulta doblemente patético y desilusionante.La caída de Evo Morales en Bolivia es un tema complejo, lleno de aristas antidemocráticas. De Evo se puede decir cualquier cosa menos que fuera un demócrata. Torció la ley a su antojo para poder reelegirse por cuata vez y la última la hizo mediante un fraude: tumbó el sistema electoral, (exactamente igual que como lo hizo Manuel Bartlett en 1988 para darle el triunfo a Carlos Salinas) para ganar en primera vuelta en una elección que, dicho por los observadores de la OEA, estuvo plagada de irregularidades. Después de esto perdió el apoyo de las fuerzas armadas y se consumó un golpe que pone en riesgo la democracia en ese país. Ver solo una de las partes de la ecuación nos lleva irremediablemente a actitudes antidemocráticas.La más delicada es la intención del presidente de “renovar” el INE. En los últimos años las reformas electorales han nacido de la presión de la oposición, una de ellas encabezada nada menos que por López Obrador. Hacer una reforma desde la presidencia corre el riesgo de llevar a la democracia a una visión personal del ejercicio del poder. Si una institución debe ser autónoma es la que organiza las elecciones. Para cualquier duda del riesgo que ello representa ahí está el espejo boliviano.Hoy más que nunca México necesita de sus demócratas de verdad.(diego.petersen@informador.com.mx)