Pocos países y empresas controlan la producción de semiconductores y chips para las computadoras. Entre ellos destaca Taiwán, donde opera TSMC, la organización más importante cuyo valor se estima en más de 350,000 millones de dólares. Esa y otras pocas empresas están en el centro de la disputa entre China y Estados Unidos, que ha derivado en bloqueos por los cuales ninguna empresa podrá suministrar a las compañías chinas determinados semiconductores si llevan tecnología estadounidense. El objetivo es impedir que Pekín pueda emplearlos en el desarrollo de su propia industria tecnológica o en áreas estratégicas como los supercomputadores o el armamento de nueva generación. Estas medidas han propiciado la relocalización de empresas y el incremento de las inversiones de las cuales se puede beneficiar nuestro país.El asunto no solo tiene importancia económica porque estos microcomponentes están presentes en una multitud de objetos de la vida cotidiana de las personas en Occidente, desde los automóviles hasta los celulares, pasando por todos los computadores, sino que adquiere valor geoestratégico por el enorme poder que significa tener acceso a su desarrollo, por las implicaciones militares, entre otras aplicaciones. Consideremos que todas las armas transportadas por misiles y prácticamente toda la fuerza aérea y naval están controladas por supercomputadores.Uno de los objetivos de las amenazas militares de China contra Taiwán es limitar la capacidad de TSMC, y por eso hay un enorme esfuerzo por relocalizar la producción de estos componentes en Norteamérica.En su libro llamado “Car Chip”, Chris Miller, un joven investigador norteamericano, explica la importancia de esta disputa y pone en evidencia la importancia del tema después de la pandemia. “Tras indagar en su historia y en su proceso de creación, me di cuenta de que la fabricación de chips es el problema más fascinante y complejo de la historia de la humanidad”, señala en su texto, en el que se expone que no es sólo una batalla económica. Miller cree que está en juego la supremacía militar. “El dominio futuro estará determinado en gran medida por el acceso a los chips informáticos más avanzados, por eso no solo es un tema que preocupe a los ministros de Finanzas, sino también a los de Defensa. El futuro del poder militar dependerá cada vez más de los semiconductores. Si analizas los drones autónomos, por ejemplo, requieren una enorme cantidad de potencia informática, memoria e inteligencia artificial que necesita de chips. No hay más que ver los que llevan los misiles rusos derribados y desarmados”.TSMC es una empresa digna de una nación que se enfocó al desarrollo tecnológico desde hace décadas. Bien haríamos en observar la experiencia taiwanesa para enfocarnos en aprovechar la oportunidad que significa la decisión de fortalecer la industria de semiconductores en nuestra región. Parte de esta corriente provocada por la carrera por producir chips más pequeños y poderosos nos puede beneficiar si sabemos fomentar las inversiones con visión estratégica a largo plazo.Las grandes empresas tecnológicas ya tienen una cierta base operativa aquí y articulan procesos para enfrentar una nueva realidad: hay una disputa real por la hegemonía tecnológica entre China y Estados Unidos con implicaciones industriales y militares que nos obligarán como país a tomar posiciones mucho más definidas en la imparable integración estratégica de Norteamérica. Una presión que debemos convertir en oportunidad para beneficio de las futuras generaciones.luisernestosalomon@gmail.com