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La gran exposición de Jan Van Eyck

Por: María Palomar

La gran exposición de Jan Van Eyck

La gran exposición de Jan Van Eyck

Por un brevísimo tiempo, del pasado 1º de febrero al 30 de abril, el Museo de Bellas Artes de Gante alberga la más importante exposición que se haya organizado alrededor de la obra de Jan van Eyck (ca. 1390-1441).* En la ciudad flamenca que en 1500 sería cuna del Emperador Carlos se han reunido más de la mitad de las obras conocidas de Van Eyck (sólo se concerva una veintena), junto con el políptico de la Adoración del Cordero Místico de la Catedral de San Bavón, a poca distancia del museo, cuya espléndida restauración, recién terminada luego de seis años de trabajos, permite apreciar la obra tal como se veía en 1432, cuando Van Eyck la acabó de pintar (las hojas exteriores del políptico están en la exposición, mientras que los paneles interiores no se movieron de la Catedral).

En 2020, a más de quinientos años de la muerte del pintor, Gante le dedica el año con distintas manifestaciones. La principal de ellas es la exposición, que difícilmente volverá a repetirse y cuya fugacidad quizá se explique porque los museos que prestaron las obras (que son más de cien, provenientes de sesenta de las principales pinacotecas del mundo) temen por su conservación, ya que datan de la baja Edad Media, y el precio de los seguros debe ser astronómico.

Pintor de lo humano y lo divino, Van Eyck produjo retratos de asombroso realismo y paisajes donde los elementos de la naturaleza es casi tangible, pero a la vez fue un gran creador de ilusiones, como sus trampantojos donde las esculturas pintadas tienen casi más volumen que las del bulto

El título de la muestra es Jan van Eyck: una revolución óptica, pues se atribuye al maestro flamenco haber transformado decisivamente el arte de la pintura, en particular con sus innovaciones químicas y pictóricas en la técnica del óleo que tendrían una influencia decisiva en los pintores del Renacimiento. Pintor de lo humano y lo divino, Van Eyck produjo retratos de asombroso realismo y paisajes donde los elementos de la naturaleza es casi tangible, pero a la vez fue un gran creador de ilusiones, como sus trampantojos donde las esculturas pintadas tienen casi más volumen que las de bulto. Una de sus mayores aportaciones fue su profundo interés por la pintura de la luz, tan crucial en esa “revolución óptica”: los personajes, los objetos cotidianos y los interiores adquieren forma tridimiensional bajo el efecto de la luz que los ilumina o, por el contrario, de la ausencia de luz en las zonas de sombras. Los especialistas aseguran que el pintor no sólo se basó en la observación, sino que tenía profundos conocimientos teóricos y científicos sobre la acción de la luz.

En sus escenas religiosas, Jan van Eyck logra dar a lo sobrenatural una numinosa materialidad, palpitante de vida. Como escribe en The Guardian el crítico Jonathan Jones, el Cordero Místico “es una obra maestra que comienza por capturar al espectador con humildes descripciones de lo real para luego transportarlo a los misteriosos reinos de la Revelación... un pasaporte al paraíso”.

Para dar un contexto amplio a las obras del artista y su taller, la exposición las pone a dialogar con las de sus contemporáneos (Fra Angelico, Pisanello, Masaccio, Gozzoli) que al mismo tiempo, en Italia, estaban produciendo su propia “revolución” mediante el uso de la pintura al temple y la aplicación de la perspectiva matemática.

*http://closertovaneyck.kikirpa.be/verona/#home/sub=map&modality=vis y https://vaneyck2020.be/fr/

Tapatío

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